El pasado jueves, todas las alarmas respecto a la intimidad en internet volvieron a saltar cuando la policía detuvo a un hombre de Zaragoza que utilizaba una aplicación informática de alta sofisticación para burlar la seguridad de los ordenadores de sus vecinos, acceder a su contenido y encender la webcam. Ricard Martínez, excoordinador del Área de Estudios de la Agencia Española de Protección de Datos y actualmente presidente de la Asociación Profesional Española de Privacidad, reconoce que ante estos ataques de «profesionales» es difícil zafarse, pero en muchas ocasiones, salvaguardar detalles de la vida privada es más fácil de lo que se cree.

La policía de Zaragoza declaró que no era la primera vez que ocurría un caso así, pero que éste destacaba por su sofisticación. ¿Cómo nos defendemos de ataques como este?

A veces hay gente que desarrolla programación compleja y es difícil de pelear, pero en muchísimas ocasiones la realidad es que la gente es descuidada. En la etapa en la que yo estaba en la Agencia Española de Protección de Datos se hizo una investigación general ligada a un sistema de cámaras, donde no activaban un usuario y contraseña para acceder a ese dispositivo. En aquella investigación se constataron imágenes del interior de lugares como tiendas. Se podía ver todo lo que pasaba allí dentro.

¿Somos unos inconscientes?

Como usuario, yo doy por supuesto que a mi me pueden «piratear» la red inalámbrica (wireless). Igual que me pueden entrar a robar en casa. En casos como el de Zaragoza, hay una medida de protección absolutamente sofisticada. ¿Sabes donde apunta la webcam de mi despacho? A la pared. Al final hay unas medidas de seguridad que son de lo más pedestre, pero funcionan. La cultura que hay que asumir en internet es la de protegerse mínimamente, pero no puedes vivir con la neura y la ansiedad de que a todas horas va a haber ahí alguien.

¿Hasta dónde llegan los límites de esta protección mínima?

Al equilibrio. Lo normal, cuando se compra una red inalámbrica, es instalar las contraseñas. Después hay cosas de actitud personal. Cuando se está en un hotel, en una cafetería o donde sea, debemos ser conscientes de que no es seguro. He de utilizar esa wifi para hacer cosas banales, normales, no se me puede ocurrir acceder a la base de datos de gestión bancaria de mi empresa, porque es una red no segura. Pero eso es de cajón. Es normal que te roben las contraseñas bancarias en el wifi abierto de una cafetería. Son cosas tontas que hay que interiorizar de una manera no neurótica.

¿Qué se debería hacer para integrar esa cultura del riesgo?

Cada cosa tiene su nivel. Hay una gran masa de población que de alguna manera asimila el ordenador a la televisión, porque tienen pantallas. Un ordenador no es una tele. No nos hemos enseñado cosas básicas de los ordenadores, como por ejemplo la cultura de la seguridad. Donde se tiene que aprender es en la escuela. Desgraciadamente no se ha incorporado a los planes de estudio, el profesorado no está formado, tampoco los que acaban de salir de la carrera. En la Facultad de Magisterio de la Universitat de València una vez al año hacemos un seminario sobre estas cuestiones. No hay cultura de seguridad ni de control de la información.

¿Y los adultos?

Hay páginas web que forman en seguridad a todos los niveles. Ese adulto que no ha tenido oportunidad de formación puede buscar en internet referencias sobre seguridad y documentarse. No estamos hablando de una cosa esotérica, imposible de encontrar.