Tan solo el nombre de una calle que apenas dice nada y una historia transmitida de padres a hijos que solo aciertan a recordar los más viejos del lugar „«Sí, sí. L´escoleta del mestre Aguilar va caure y matà un muntó de xiquets...»„ es lo poco que guarda la memoria colectiva del barrio de Russafa de la tragedia que hace ahora 150 años saltó a los principales periódicos de España.

En la mañana del 2 de junio de 1863, a las 9.35 horas, se venía abajo la escuela unitaria de Russafa inaugurada cinco meses antes. El hundimiento engullía a 110 alumnos y a su profesor, Francisco Javier Aguilar Solaz. El docente, nacido en Chelva 47 años antes, moría junto a diez de sus alumnos de entre 4 y 10 años. Otros 35 niños resultaron heridos, 10 de ellos de gravedad, mientras que los 65 restantes lograban salir a tiempo gracias a la valiente actuación de su maestro.

La historia de esta catástrofe la ha recuperado del olvido el investigador José Miguel Giménez Guarinos, un abogado jubilado de Telefónica y russafí de pura cepa, quien siempre ha querido saber más de aquella espantosa historia que de niño le contaba su abuela Adela y que, a su vez, ella había aprendido de su madre, pues había nacido 30 años después del derrumbe.

Giménez Guarinos ha buceado en toda clase de archivos y hemerotecas, e incluso ha conseguido contactar con dos de los biznietos y otros descendientes del maestro Aguilar, para reconstruir unos hechos que conmocionaron a España. «Que mueran 10 niños es, sin duda, una tragedia, pero si su maestro, que podía haber salido con vida, fallece al intentar salvar al mayor número posible de escolares, se convierte en una tragedia heroica que sacudió a todo el país», explica.

Entre las crónicas de la época que rescata el historiador destaca la del Diario Mercantil, antecesor de Levante-EMV, la primera en narrar la última gran lección del maestro Aguilar.

Advertido de la inminente ruina del edificio por su ayudante, Juan Viana, que se encontraba en el patio con 20 niños, Don Javier procedió de inmediato a desalojar a los 110 alumnos que estaban con él. Las escuelas unitarias reunían en una misma sala a todos los niños en edad escolar.

«En tanto que los niños huían „relata el Diario Mercantil„ pudo haberse salvado saltando por una ventana el digno maestro, pero en su afán porque escaparan del peligro los discípulos, continuó dentro del salón, y notando que dos de muy corta edad se hallaban amedrentados, los cogió llegando con ellos hasta la puerta. Uno de los niños pudo salvarse, el otro murió al lado de su maestro. D. Javier Aguilar ha terminado su vida con un acto de heroísmo y de abnegación del que hay pocos ejemplos, ha muerto mártir de su obligación». El profesor y el pequeño que llevaba en brazos aparecieron aplastados bajo una viga a un metro y medio de la puerta.

Corrupción o negligencia

La escuela de Russafa se levantó sobre el antiguo cementerio de San Valero, en la misma parcela que hoy ocupa el colegio público Jaime Balmes. El propio Aguilar, que era maestro titular de Russafa desde 1841 «fue designado por el municipio en 1861, cuando una ordenanza clausuró las necrópolis parroquiales, como encargado de supervisar la exhumación y traslado de los restos al Cementerio General de Valencia», cuenta Giménez Guarinos.

En aquel solar liberado en medio de la huerta se levantaron las escuelas unitarias de Russafa, con sendos edificios de una sola nave, uno que albegaba a 130 niños y otro para niñas donde recibían clase 150 escolares. Fueron inaugurados en enero de 1863, y al mes siguiente el maestro Aguilar ya denunció la aparición de grietas.

«Los planos los firmaba Vicente Constantino Marzo Capilla, arquitecto municipal de Valencia y presidente del Colegio de Arquitectos, que fue exonerado en el juicio por el derrumbe», apunta el investigador. Se achacó la causa del hundimiento a la debilidad de los materiales empleados en la obra, que se acentuó tras varios días previos de intensas lluvias, sostiene Giménez Guarinos. La sentencia, publicada en 1867, condena al contratista, el constructor Carlos Lambrandero y Rocher, a abonar al Ayuntamiento de Russafa 1.410 escudos por reparación del daño causado al edificio y 248 escudos por el deterioro en el material del colegio. «En el ámbito penal „continúa „existe constancia de que en septiembre de 1865 dicho individuo, que decía ser maestro de obras cuando en realidad era albañil, estaba preso en las Torres de Serranos».

El investigador concluye que hay documentación sobrada «para afirmar que estamos ante un caso, si no de corrupción, cuanto menos de negligencia administrativa». «Ello era frecuente, porque la legislación educativa de aquellos años trasladaba a los ayuntamientos obligaciones que estos difícilmente podían desempeñar, no tanto por falta de recursos económicos como de ilustración».

De hecho, aunque el maestro Aguilar empezó a notar al poco de inaugurarse las escuelas «algunos síntomas que hacían dudar de la seguridad de su fábrica, sus reiteradas denuncias a las autoridades locales no tuvieron ningún resultado», insiste Giménez Guarinos.

Incluso hasta la misma mañana del hundimiento, el docente intentó en vano que el consistorio atendiera sus súplicas. Para ello mandó llamar al alcalde de Russafa, Salvador Aleixandre, y un alguacil para que inspeccionaran el local y ordenaran su desalojo, petición que fue desoída.«Lamentablemente, al cabo de media hora el recinto estaba en ruinas», explica Giménez Guarinos.

«¿Que té por de no morir en el llit?»

Los descendientes del maestro Aguilar guardan marcada a fuego en la memoria familiar la frase con que la comitiva municipal coronó la prohibición de sacar a sus alumnos de la escuela. Así revive aquel momento, Francisco Aguilar Bultó, médico jubilado de Picassent y biznieto del heroico profesor: «El alcalde de Russafa le dijo en valenciano "Don Javier, ¿Que té por de no morir-se en el llit"».

Siglo y medio después, la lucha del humilde maestro de Russafa es más actual que nunca. En lo que va de curso cuatro colegios se han visto afectados por incidentes que han dejado una decena de heridos leves al ceder el forjado del Colegio público de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Hispanidad de Santa Pola, y obligado a desalojar 530 niños de los CEIP Nuestra Señora de la Asunción de la Vall d´Uixó por la caída de un falso techo y del Juan Carlos I de Almenara por posible aluminosis. Además, el desprendimiento de dos placas de escayola del CEIP Luis Vives de Valencia desencadenó la movilización de los padres, que acudieron con casco al colegio.

La conselleria de Educación, Mª José Català, tras el suceso de Santa Pola el 11 de enero anunció un plan urgente de revisiones integrales de centros educativos. Según reveló este mismo jueves en las Corts, a través de este plan se van a reparar fallos estructurales en 111 colegios con una inversión de 9,2 millones.