Alejada de la solemnidad de la procesión que recorrió las calles de la ciudad por la tarde, la Cabalgata del Convite dio la bienvenida a la fiesta a los miles de valencianos y turistas que se agolparo en los alrededores de la calle Cavillers y Avellanas para ver en primera persona uno de los actos más seguidos del Corpus Christi. La marcha, precedida de media hora de repiques ininterrumpidos de las campanas de la zona, discurrió con normalidad, ante la atónita mirada de los turistas, que en muchos casos no sabían que ayer era la "festa grossa" de la ciudad, y de los más fieles de la cabalgata.

El Convite, como toda la festividad del Corpus en Valencia, es único. Es difícil imaginar un giro de 360 grados a una historia tan sangrienta como el asesinato de niños perpetrado por Herodes según el Nuevo Testamento como el que cada día del Corpus se da al final de la Cabalgata del Convite por las calles de Valencia. Es el momento más esperado todos los años y ayer no lo fue menos. La "Degollà", un grupo de hombres vestidos de salvajes que aporrea amablemente con los "carxots", que no son más que rollos de pergamino, a quien quiera que esté cerca de ellos, fueron recibidos en las calles Cavillers y Avellanas por el agua que lanzaban los vecinos. Los más pequeños disfrutaron de lo lindo con la "poalà", aunque también los hubo que acabaron tiritando empapados en agua. Pese al calor sofocante que hizo ayer en Valencia, a la sombra, sobre todo cuando uno está mojado, hacía frío.

Como todos los años, la Moma, que siguió al "Capellà de les Roques", también fue muy aplaudida. Bajo el vestido blanco que representa la virtud se encontraba un hombre que en varias ocasiones, a causa del calor, bebió con una pajita. A su alrededor danzaban los "momos", que representan los pecados capitales. Otras danzas, como "Els caballets" o "Els pastorets", también recorrieron las calles del centro de la ciudad. La marcha terminó ante el Palacio Arzobispal, donde se congregó buena parte de la muchedumbre.