En la primera década del siglo XX, Valencia era muy distinta a como es ahora. El entorno del Cementerio General, construido entre 1805 y 1807, era huerta, y el camposanto se encontraba alejado de la ciudad. Había una dama que visitaba todas las noches un mausoleo de reciente construcción situado cerca de la entrada. Para encontrarlo en las oscuras noches del cementerio, se hizo instalar una lámpara que iluminaba, con luz eléctrica, el tétrico ángel del juicio final, obra de Josep Carreras, que abría la tumba de la que salían los muertos al toque de la trompeta del heraldo. El mausoleo, aún en pie hoy en día, sigue causando escalofríos y la lámpara, oxidada con el tiempo pero con una nueva bombilla, continúa ahí, impertérrita, sin desvelar el misterio que hay tras esa primera luz en medio de la oscuridad.

El panteón es el de la familia Risueño-Ortiz y data de 1909. Se encuentra en la sección primera, una de las zonas más viejas del cementerio, y ante él se ha pasado horas Rafael Solaz, encargado de la ruta por el camposanto "El museo del silencio", sin que haya podido desentrañar el misterio de esa bombilla. "Si no es la primera, sí es una de las primeras luces de la ciudad", explica. Solaz relata que una mujer visitaba todas las noches el mausoleo, y para hallar el panteón se hizo instalar esa luz. "Me dijeron que había una señora de la familia, muy mayor, que iba a velar a sus difuntos y, cuando anochecía, sobre todo en invierno, tenía la luz para saber dónde estaba la tumba y se sentaba junto a ella", describe. Solaz, aunque no tiene contrastada la historia, la ve "muy posible".

El ángel del juicio final

"El mausoleo no pasa desapercibido", indica. Y de hecho, es así. "Representa una escultura con el ángel del apocalipsis y del juicio final. Está abriéndose la tumba y aparecen personas fallecidas", describe Solaz, el mejor cicerone que puede tener el cementerio.

El panteón, tal como pudo comprobar ayer este diario, ha sido rehabilitado recientemente. La escultura permanece limpia y hay incluso una bombilla nueva en la lámpara. "Me he preguntado muchas veces por qué esa luz; siempre me ha llamado la atención", indica. Solaz "nunca" se la deja en la ruta, quizá en parte porque justo al lado del ángel de los Risueño se encuentra el también llamativo panteón de los Moroder, con un ángel desnudo que abre la puerta de la cripta bajo la inscripción "Velad porque no sabéis el día ni la hora de la muerte".

"La instalación es muy rara. Hay otras tumbas parecidas y no hay ninguna con esa luz", detalla Solaz. Como esa misteriosa mujer que atravesaba el camposanto en las frías noches de invierno en busca de la mortecina luz, él también se ha quedado hasta el anochecer, pero la bombilla no ha vuelto a encenderse.