Supongo que ya eran los años 90 cuando mis ojos de niño se clavaron en una foto de casa de mi abuelo, que junto a un hombre con gafas redondas y gesto amable inauguraba aquel Monumento de la Paz cerca del puerto. Aún hoy esa primera imagen la asocio a las palabras que le siguieron al darse cuenta de mi escrutinio: «ese es el mejor alcalde que ha tenido Valencia», me dijo mi abuelo.

Pasaron muchos años hasta verme sentado en la presentación de las memorias de aquel alcalde. Ricard Pérez Casado presentaba su «Viaje de ida». Con el libro en las manos, vi aparecer por la puerta a un grupo de chavales que asistían movidos por la misma curiosidad. Reunidos todos esos mayores nadie reparaba en aquel grupo de jóvenes socialistas tímidos y callados que se sentaron a mi lado.

Después de la presentación, los discursos y las complicidades vivenciales de aquel tiempo; esos mismos jóvenes se levantaron y se marcharon como habían venido. Constataron el tiempo que nos toca vivir, con unos «padres» que hicieron mucho y para muchos; sin percibir que nuestra generación ya no quiere asistir pasiva a sus logros, más bien al contrario: sentirse protagonista.

Sabemos que nuestro futuro es incierto, pero que nos pertenece. Hoy, 22 años después de llegar a la alcaldía, el presente de la alcaldesa Rita Barberá antítesis del intelectual Pérez Casado llega a su fin, igual que lo hizo la burbuja de los 90 y 2000. Barberá le dio a la política valenciana una imagen de alcaldesa estelar. Ejercitó el arte de dar una imagen que el valenciano medio, necesitado de orgullo y reconocimiento, necesitaba. Y nada más. O mucho peor, acabó derrochando el dinero sin proyecto conjunto, a vuela pluma, con la ligereza de regalar millones sólo por el fulgor que daban a su vestido rojo.

Las últimas muestras de una alcaldesa que ya no responde a este tiempo, lo dan sus declaraciones hablando del «mar de los madrileños» mientras aún espera el barrio de los valencianos. O la persistente defensa de su ruinoso y cadavérico circuito urbano. O el caso Emarsa, Nóos y su «yo no he firmado nada».

A la alcaldesa ya le empiezan a sobrar años de esos 22 de gobierno.Por eso hoy la generación de la EGB en la Valencia de Ricard Pérez Casado y Clementina Ródenas quiere protagonizar los nuevos aires libres de la ciudad. Y para conseguir la centralidad social y electoral de la que ha disfrutado el PP todo este tiempo; sólo una opción fuerte, inteligente y moderna, como lo fue aquella en los 80, puede ocupar la alcaldía. Sería un error generacional dejar a otros la vara de mando que debe gestionar un socialista.

Para una Valencia de los ciudadanos, se necesita de una socialdemocracia de siglo XXI en una economía abierta y competitiva. Como lo hace un corazón ligeramente escorado a la izquierda bombeando a todas las arterias del cuerpo social, dando vida a las oportunidades de sus estudiantes, trabajadores, autónomos y empresas para que sean ellos, con su progreso y bienestar, los que pongan a Valencia en el mapa. El mapa de las ciudades para vivir. Se hace indispensable un «viaje de vuelta», el que haremos nosotros.