José Ramón Espuig, un artista honrado a carta cabal en su trabajo, 56 años y segundo en una dinastía de artistas, especialista en plantar muchas fallas y hacer casi todas bien, es el nuevo Maestro Mayor del Gremio de Artistas Falleros. Su candidatura fue la ganadora en las elecciones celebradas durante la jornada de ayer entre los artistas que ostentan la condición de agremiados. O, dicho de otra forma, los 133 que acudieron de forma presencial a votar, lo que supone una cantidad más que respetable en un colectivo con 214 posibles electores, diseminados por toda la provincia, para los que no existe el voto por correo. Los votos de jubilados no han sido tan decisivos como se pensaba, ya que del más de medio centenar de posibles votantes, apenas una docena depositaron su papeleta.

Espuig encabezaba una candidatura cuanto menos heterogénea en su concepción artística. Incluye en la misma como vicemaestro a Ignacio Ferrando, miembro del equipo directivo saliente que encabezaba José Latorre; José Bartolomé,que ya estuvo en anteriores juntas gremiales será el secretario, mientras que como tesorero y contadora estarán Manolo Martín y Pilar Luna. No les gustaba que se les tildara de «continuistas», denominación de la que Espuig siempre ha querido desmarcarse.

«Me he ofrecido inmediatamente a la otra candidatura porque han demostrado que tenían inquietud. Y prueba de ello es que han viajado mucho visitando talleres y han venido desde muchos sitios a votarles. Han tenido bastantes votos y hay que contar con ellos» aseguraba el ganador, quien lanzaba un mensaje tanto a la candidatura derrotada como a todos los artistas porque «todos tenemos el mismo problema». Que no es otro que la caída de la demanda de trabajo, al reducirse sustancialmente la dotación económica de las comisiones. De hecho, el propio Espuig es un damnificado, ya que este año tiene contratadas bastantes menos fallas de lo que era habitual en su taller. «Voy a darlo todo por unos compañeros que necesitan más que nunca que estemos fuertes y unidos».

Marca de calidad

En su programa de intenciones, Espuig proclamaba que la prioridad en la legislatura es «la promoción, tanto interna como externa, del Gremio como referente de calidad y solvencia». Recuperar el concepto de artista fallero como una marca de calidad «y que aquel a quien pongamos nuestro sello sea sinónimo de trabajo bien hecho» y extender su papel como profesional capaz de hacer un trabajo de primer nivel.

Precisamente, la «marca artista fallero» es una necesidad en un colectivo profesional en el que cada vez más conviven con otras personas que, sin titulación gremial, se presentan como seria competencia, tanto artística como económica.

No lo va a tener fácil Espuig para levantar los ánimos, aunque prometía a sus colegas «reivindicar, allá donde sea necesario, los problemas que tenemos y las carencias que sufre la profesión». La difícil conjugación con la catalogación profesional y el posible exceso de profesionales facultados para hacer falla, lo que puede derivar en una bajada aún mayor de los precios por mor del libre mercado, junto con el descenso de la oferta no fallera son dos de los problemas de la profesión. También promete buscar una solución al Museo del Gremio, un local que ha caído en desuso, que ya ha dejado de recoger figuras para homogeneizar sus fondos y para el que busca una rentabilidad «que revierta en beneficios de todos los agremiados y jubilados». En definitiva, revitalizar una figura, la del Gremio, caída también en desuso «para acabar con la eterna pregunta de para qué sirve el Gremio».