Mientras el Ayuntamiento de Valencia busca de manera casi desesperada un plan de usos para la Marina Real, prácticamente abandonada desde la Copa del América, el espacio ha encontrado «usuarios»: los jóvenes que hacen «botellón». Seiscientos bebedores abarrotaron el entorno de la Marina Real en el primer jueves del año universitario. Lo que para muchos era la primera noche de fiesta del curso, y una de las últimas celebradas en la Marina Real este año „porque la discoteca que se encuentran junto al recinto cierra sus puertas en próximas fechas„, se terminó convirtiendo, como todos los «botellones», en una aglomeración de cientos de jóvenes que, desperdigados por la marina, el paseo y la calle Eugenia Viñes, bebieron hasta altas horas de la madrugada y dejaron tras ellos toneladas de basura.

El «botellón», que se repite viernes y sábado por la noche, fue masivo en parte por el «reclamo» que para estos jóvenes suponen las últimas noches calurosas del año y, además, los primeros días de clase en la universidad, donde organizar una «cena de clase» que termine con «botellón» cerca de conocidas discotecas se ha convertido en una especie de tradición.

El entorno de la marina comenzó a llenarse de jóvenes pasada la medianoche. La decisión del ayuntamiento de retirar la valla que separa la marina del paseo marítimo ha tenido un efecto indeseado: los jóvenes, que antes únicamente ocupaban el Paseo de Neptuno „para cabreo de los hosteleros de la zona, que mañana tras mañana se despertaban para ver los alrededores de sus negocios repletos de restos de la fiesta nocturna„, ahora ocupan parte del espigón.

Otras zonas de la marina siempre han sido puntos donde practicar el «botellón», en parte debido a que el aparcamiento situado bajo el Veles e Vents permanece abierto, y es gratuito, hasta las 3.00 horas „vuelve a abrirse a las 9„. Se trata del espacio situado junto a las enormes banderas que señalan la marina, pegadas a la playa. Es una zona mal iluminada, con varios puntos donde sentarse y, además, con zonas de césped. Ahí se congregaron el pasado jueves varios de estos grupos de jóvenes „y no tan jóvenes„ para beber. Muchos de ellos, según pudo comprobar este diario, eran estudiantes beneficiarios de una beca Erasmus, por lo que el «botellón» acabó siendo una suerte de torre de Babel en la que se escuchaban varios idiomas distintos. También se ubican en el jardín de la calle Eugenia Viñes, junto a restaurantes y hoteles, así como en la playa, lejos del paseo marítimo y sus luces, aunque el jueves eran pocos los que optaban por acercarse a la orilla porque las temperaturas han comenzado a bajar.

Pese a la vigilancia policial „la comisaría de la Policía Local del distrito marítimo se encuentra muy cerca„, los jóvenes, amparados por la oscuridad y por el amplio número en que se agrupan, no tienen miedo. Se limitan, cuando ven una patrulla, a esconder los vasos, algunos tiran el contenido, y a esperar a que pase el coche o los agentes. En múltiples ocasiones, la policía actúa, pero en otras se limita a dejarse ver. Otras veces, según relataron a este diario participantes en el «botellón», la policía se acerca a los grupos y pregunta si las botellas de alcohol y refresco son de alguien. Si nadie contesta, la policía se limita a tirar o vaciar los envases.

El 'botellón' del jueves se alargó hasta las 3 de la madrugada, cuando la inmensa mayoría de los jóvenes comenzaron a entrar en las discotecas de la zona „entre las calles Pavía y Eugenia Viñes hay otra terraza muy frecuentada„. Muchos jóvenes, que llevaban ingeriendo alcohol horas, decidieron no entrar e irse a casa, aunque otros comenzaron el ritual de esconder las botellas.

Como a las discotecas no pueden acceder con bebidas e, incluso, podrían perder el derecho a entrar si los porteros del establecimiento consideran que no están en condiciones, los jóvenes buscan escondites para las botellas que han comprado esa misma tarde, antes de las 22 horas, en cualquier supermercado. La idea es recuperarlas al salir de la discoteca, horas más tarde, pero muchas, o bien porque las esconden lejos o, porque no se acuerdan al salir, se quedan en sus escondrijos hasta que aparecen los servicios de limpieza a la mañana siguiente. Los restos del «botellón», además de las botellas perdidas, están compuestos por vasos de plástico y bolsas, principalmente. Las papeleras terminan abarrotadas y son vaciadas a primera hora de la mañana.

El «botellón» de la marina terminará próximamente, cuando cierren las terrazas por la llegada del otoño, y los vecinos y hosteleros de la zona tendrán unos meses de tregua hasta que vuelva el calor y vuelvan junto al mar los que se han convertido, por desgracia para el ayuntamiento, en los usuarios más constantes de la Marina Real.