Muestra de la expansión que viven algunas congregaciones como la denominada Comunidad del Cordero es la construcción de dos monasterios en Navalón. Las primeras en llegar fueron las «hermanitas» del Cordero y después lo hicieron los hermanos, que el pasado verano iniciaron la construcción de un monasterio bautizado como «Lumen crucis». Los cenobios se erigen en suelos donados.

El monasterio contará con cuatro edificios de una sala planta, uno de ellos, con celdas y zonas comunes, otro para las instalaciones de electricidad y bomba de agua, un tercero para una sala multiusos y el cuarto albergará una capilla, según publicó Paraula.

En la construcción del monasterio están trabajando los propios religiosos procedentes de España, Francia, Bélgica y otros países europeos.

Así, los hermanitos con ayuda de los jóvenes están construyendo los cimientos cavando a mano las zanjas. Durante los últimos meses han ido llegando los primeros camiones con materiales para la obra, la mayoría de ellos donados debido al carácter mendicante de la congregación.

Igualmente, los albañiles que ya están trabajando en el terreno proceden de Navalón y ya colaboraron en la construcción del monasterio cercano de «La Transfiguración» de las Hermanitas del Cordero, más pequeño que el que ahora se está levantando.

En julio de 2012, la fraternidad recibió oficialmente la propiedad del terreno donado por una familia de Valencia con una extensión de cinco hectáreas donde ahora se está construyendo el monasterio.

Los Hermanitos del Cordero ya cuentan en Valencia con unas dependencias que la parroquia de San Esteban cedió a la fraternidad y una pequeña casa en el monasterio de «La Transfiguración».

La comunidad del Cordero fue reconocida por la Iglesia el 6 de febrero de 1983 por monseñor Jean Chabbert, arzobispo de Perpiñan, y el 16 de julio de 1983 tomó parte de la familia de Santo Domingo. Utilizan los diminutivos hermanitos y hermanitas «para tener siempre presente que es en la pequeñez donde, según el evangelio, se revela el Señor».

Su carisma se basa en la vida contemplativa de entrega a los más desfavorecidos y su misión es predicar, sobre todo en los barrios pobres de las ciudades.