­«Un jardín es el lugar de los más puros goces humanos. Aquí los pensamientos del hombre parece que se refrescan», aseguraba el escritor y filósofo británico, Francis Bacon (1561-1626), en sus «Ensayos». De ahí la importancia de las zonas verdes, en lenguaje del siglo XXI, para que las ciudades se construyan a la medida de las personas y sean «amables».

En Ciutat Vella existen 47 zonas verdes, con una extensión de 79.545 m2, aunque para la mayoría de los 26.377 habitantes del distrito más antiguo de la ciudad las zonas verdes y los jardines sean el bien más preciado que echan en falta en su día a día.

Este deseo es el que ha inspirado al colectivo «El bosque urbano del Carmen», formado por vecinos y comerciantes, que aspiran a conseguir «más zonas verdes y menos coches» en el barrio y que «el planeamiento se adapte más a la vida y que no sean las personas las que tengamos que adaptarnos a lo que se decidió en un documento de planeamiento, que se pensó hace quince años, con otra mentalidad y en otras circunstancias», explica Raúl, uno de los miembros del colectivo, residente del barrio y propietario de una «charcutaberna».

Una isla verde en el asfalto

«El bosque urbano del Carmen nace porque vemos el mal estado en el que se encuentran algunos solares, que podrían estar en mejores condiciones si se convirtieran en zonas verdes. Porque miras al suelo y ves asfalto, pero miras hacia arriba y ves que existen zonas verdes», añade. Raúl se refiere a la imagen de un solar tapiado, ubicado en el cruce de las calles Alta, Sant Miquel y Corona que, a vista de satélite, es como una isla verde, una selva en medio del asfalto, pero que casi nadie disfruta, porque no es accesible par la mayoría. Sólo para algunas personas sin techo que han llegado a ocupar su interior para vivir en precario.

Recuperar este espacio degradado ha sido su primera propuesta formal y también su primer logro. Han conseguido desterrar los vehículos que ocupaban una esquina sin tapiar de este solar y ocuparla con grandes macetones disfrazados de colores alegres. Aunque su propuesta es más ambiciosa. Se trataría de aprovechar el bosque que la naturaleza ha creado en este solar, tras veinticinco años de abandono, y abrirlo al uso ciudadano, mediante una mínima inversión que están dispuestos a costear. Su sugerencia ha ido acompañada de un estudio jurídico y técnico, presentado ante el Ayuntamiento de Valencia, para que los propietarios del solar (a quienes localizaron y plantearon la propuesta) y el consistorio autoricen este uso temporal del solar, que podría convertirse en un pequeño pulmón verde junto a la calle Alta.

«El solar lleva así veinticinco años y pueden pasar otros 25 sin poder hacer nada. ¿Por qué no se le permite a la gente que use ese suelo para crear una zona verde o cualquier actividad temporal?», se pregunta Raúl, sentado en una terraza ubicada justo enfrente del solar.

Toda esta zona, incluida la Plaza Vicente Iborra, se dejó sin planificar en el PEPRI (Plan especial de protección y reforma interior) del Carmen, aprobado en los años 90 como el resto de este tipo de planes, a la espera de que se decidiera cómo se ejecutaría el metro por el centro histórico. Pero el metro no llega, ni llegará, por ahora, debido a la crisis, por lo que muchos vecinos del Carmen reivindican la posibilidad de usar estos espacios vacíos de forma temporal, mientras llegan tiempos mejores.

Una filosofía que se inspira en el seminario organizado en la UIMP por el «Aula Ciutat», una plataforma de reflexión creada por las tres universidades públicas de Valencia y Castelló (UV, UPV y UJI), para analizar las «Perspectivas y oportunidades de la ciudad construida». De aquel seminario surgió una cartografía de edificios y espacios abandonados en la ciudad de Valencia que podrían ser candidatos a experimentar con el «urbanismo adaptativo», propuestas de renovación urbana y uso temporal de espacios abandonados o a medio construir, pero que precisa de políticos con imaginación.

Por ahora, los responsables municipales de Valencia «nos atienden y nos escuchan», admite Raúl «pero después, muchas veces sólo se consigue el silencio por respuesta. Aunque estas propuestas sean novedosas y no estén contempladas en la normativa actual „imposible de cumplir, de tanta que hay„ ahí es donde deben demostrar los políticos su voluntad y valentía. Peor es no hacer nada por miedo a las críticas», concluye.