Juan José tiene un serio problema con su mascota «Yala». «Es un perro de raza peligrosa, aunque creo que los peligrosos somos los humanos, y tiene tres grandes inconvenientes: si ve una bicicleta trata de arrancar a correr detrás y eso asusta a los ciclistas, además en casa no la puedo dejar sola porque me hace un destrozo para castigarme, y, por último, muchas veces no hace caso y va a su marcha». Por esa razón, este vecino de Valencia ha decidido apuntarse por primera vez a las clases gratuitas que dos veces al año ofrece la protectora de animales Modepran en colaboración con el centro de formación CIM de Valencia.

Como él, cerca de un centenar de personas acudió ayer al tramo II del Jardín del Turia, en el centro Naturia, para profundizar en la educación de sus canes con el fin de mejorar su socialización con sus congéneres, disminuir su agresividad o, simplemente, enseñarles dónde hacer sus necesidades.

«Esta es la sexta edición del programa, en el que futuros adiestradores dan clases de obediencia urbana para que el perro sepa comportarse en la ciudad y para que los dueños conozcan las ordenanzas municipales y también sus derechos», resume Amparo Fortea, profesora de etología y educación canina en el CIM. «La semana pasada hubo una clase de teoría para entender la conducta animal, las señales de los perros antes de entrar en fase de agresividad o estado de miedo. Además, otra parte del programa se basa en trabajos en domicilios de gente que tiene perros con problemas de conducta en casa, que son agresivos, que muerden al perro del vecino o destrozan el mobiliario. La mayoría son problemas de estrés y ansiedad, porque la convivencia no es la adecuada», señala esta especializada instructora.

«Vengo a corregir algunos fallos»

David recogió a «Lola», un bóxer de año y medio, durante un viaje a Portugal. «Me la encontré medio muerta y le salvé la vida». Al principio se mostraba muy sumisa, pero algo ha cambiado. «Se ha vuelto más agresiva, antes obedecía siempre y ahora le cuesta mucho». Con las clases de obediencia, David prueba a reconducir la situación. «Aquí intento corregir algunos fallos, sobre todo en la llamada, el tema de estar quieta o estar junto a mí, antes lo hacía pero ahora se acelera», concluye.

Junto a «Yala», «Lola», «Sauron» y el resto de sus peludos colegas, el viejo cauce del Túria se convirtió ayer en el aula de una gran universidad canina, en la que se pudo observar a los dueños realizando esfuerzos para hacer entender a sus fieles mascotas sus órdenes precisas. Vigilantes, los futuros adiestradores prepararon distintos ejercicios prácticos y repartieron eficaces consejos sobre la importancia de la mirada, el tono de la voz a emplear, los significados de los gestos corporales y toda una serie de «trucos» para conseguir que el mejor amigo del hombre aprenda a comprenderlo. Y viceversa.