Finalmente, venció a la vergüenza. Andrea Baixauli tomó ayer la primera comunión en Llocnou de la Corona, pueblo de l´Horta Sud de apenas una calle y 90 vecinos. Lo hizo completamente sola: es la única niña en edad de comulgar por primera vez en la localidad. En una iglesia de esas que no hace falta micrófono para hablar porque las palabras del sacerdote se escuchan alto y claro, en realidad no estaba sola, sino acompañada por todo el municipio, ya que Llocnou celebra las comuniones el mismo día que el Corpus Christi.

Esta tradición está muy enraizada en este pequeño conjunto de casas aislado entre los polígonos de Alfafar y Sedaví. Sumergirse en una de sus calles (tiene dos principales) es parar el tiempo. El segundo pueblo más pequeño de la provincia de Valencia (solo por detrás de Emperador), acogió ayer, aun así, un pasacalles, con música incluida. Desde casa de Andrea, en la calle paralela pero ya en término municipal de Alfafar, dos dolçaines y un tabalet acompañaron a la pequeña, a sus padres, Rafa y Mª Carmen, a su hermano Iván y al resto de familiares y amigos. También estaba el equipo de gobierno de la localidad, Paqui Llopis, Pepita Alapont y el alcalde Manuel Gimeno, quienes cuidaban que no faltara ningún detalle. No en vano es uno de los días grandes del pueblo, junto con las fiestas del Corazón de Jesús y la Mare de Déu del Carme, en agosto.

Las cuestiones demográficas han querido que este año solo una niña tome la comunión y reine en el día del Corpus. «Pero no siempre es así. Hay años que se juntan cinco o seis niños», explica la concejala Paqui Llopis. Para conseguir llegar a este número, atraen a niños de localidades cercanas, quienes por tradición familiar o lazos diversos con el pequeño pueblo acuden a comulgar a la acogedora iglesia de Llocnou, que data de principios de siglo XX.

«Yo me bauticé aquí, comulgué aquí por primera vez y también me casé. Quiero que mis hijos hagan lo mismo», explicaba henchido de orgullo el padre, pocos minutos antes de la ceremonia.

El ritual no dejó espacio para sorpresas. Eso sí, todas las miradas estaban dirigidas a una sola persona, Andrea, quien amanecía nerviosa y con el sentido de la vergüenza más acentuado que el resto de días. Pero todo eso pasó, y alrededor de las 13.15 horas, la pequeña ya había tomado aquello que la tradición define como el cuerpo y la sangre de Cristo.

Tras el sacramento, el ayuntamiento invitó a un refrigerio en su bajo social y se disparó una mascletá. «Era la única niña que faltaba por tomar la comunión en su clase, ya tenía ganas de que llegara este día», indicaba la madre. Y es que la pequeña va al colegio a Alfafar, donde durante todos los fines de semana de un mes hay primeras comuniones.

«Aquí es más familiar», indicaba el alcalde. Y razón no le faltaba.