Laura Navarro, Pau Antequera, Nuria Ferragud, Geraldine Bärsch, Pablo Bellver, Borja Lorente, Ramón Solaz, David Navarro?. son nombres a retener para el futuro. Seguro que no todos acabarán montando su propio taller. Algunos sí, otros trabajarán para otros o harán sus pinitos con alguna fallita grande o infantil. El caso es que son muchos, más que nunca. Son los titulados, con orla y todo, una veintena, que han completado el grado de Formación Profesional de Artista Fallero. Que no quiere decir artista «agremiado» puesto que, para ello, tendrían que pasar los tres años de examen práctico. Ahora, eso depende de ellos.

Cualificación con la práctica

Y lo cierto es que, teniendo en cuenta que han sido precisamente artistas agremiados los que han impartido clases, lo que se pretende para un futuro inmediato es que esta titulación este acompañada del nivel de cualificación suficiente. Los profesionales «de toda la vida» consideran que las clases recibidas están bien como teoría, pero que los alumnos están todavía faltos de experiencia para, por ejemplo, plantar una falla grande (el trabajo se ha desarrollado fundamentalmente sobre piezas pequeñas) y que ahora lo que les falta es tener horas de taller y afrontar el reto con garantías. Tal y como decía ayer un artista fallero, «los médicos se titulan, pero para trabajar necesitan pasar el MIR».

Si no son competitivos... malo

Una titulación que llega, posiblemente, en el peor momento laboral posible y es de esperar que les hayan dicho la auténtica realidad de la profesión: como no se pongan las pilas y ofrezcan un producto bien hecho y competitivo, no serán nada y, posiblemente, acaben hastiados. No se espera que todos sean unos nuevos Iván Tortajada „por poner el nombre del «recién llegado» más de moda„, pero tampoco que se conformen con engrosar el listado de los profesionales que, ahora mismo, malviven a base de fallas con poco margen de beneficio o haciendo peonadas para otros.

Lo cierto, de todos modos, es que los que trabajen por cuenta ajena serán mano de obra más cualificada, al menos en conocimientos, que aquellos que, sin ese nivel profesional, trabajan «tirando de cartón». Estos, por lo menos, tienen el aval de dos años de clases teóricas y prácticas impartidas por artistas falleros, pero además de los que han disfrutado y sufrido en sus propias carnes lo mejor y lo peor de la profesión.

Eso sí, además de las lecciones técnicas, esas que se han impartido toda la vida para cualificar a los aspirantes a artista, ahora hace falta una no menos importante: administración y dirección de empresas. O, lo que es lo mismo, formar un taller y no acabar arruinado por no saber compensar las cuentas de entradas y salidas.

Más candidatos a menos trabajo

La llegada de más de veinte nuevos titulados significa también una oferta mucho mayor en la profesión, precisamente en un momento en el que la lucha por conseguir trabajo se ha convertido en algo especialmente cruento y en el que el concurso de bocetos, con ofertas a la baja han convertido no pocas negociaciones con comisiones en auténticos dramas.

La construcción de fallas no es la única salida que tienen los nuevos titulados, puesto que el grado les permite trabajar en escenografías y otras actividades que requieren de este tipo de habilidades, y que también es una buena alternativa profesional siempre que se alcance la mínima capacitación.

Ayer se celebró el acto de «graduación» que contó con la presencia del líder del PSPV, Ximo Puig, en correspondencia con el hecho de que fue el partido socialista, a través del Ministerio de Educación, apostó por este módulo de formación profesional.

Una profesión que no requiere título

La de artista fallero es una profesión muy sufrida. Técnicamente, cualquier ciudadano puede plantar una falla, cobrarla y quemarla. Algo que ha generado desde hace tiempo una dualidad entre los agremiados y los no agremiados, algo que se ha multiplicado en los últimos años, en los que los que antaño escondían su identidad bajo la denominación «Artista: la comisión» han pasado a dar cara, nombre y apellidos. El Gremio de Valencia promovió semanas atrás una campaña de agremiado como sinónimo de marca de calidad.