Como la mascletà de Peñarroja, el sector de Russafa B parece dispuesto a ser el que marca el inicio del proceso más emocional del ejercicio fallero. Empieza a ser una norma que las fallas de las calles Cuba, Sueca, Cádiz y alguna más sean las primeras que elijan a sus representantes a la corte de honor. Por mucho que el «monumentalismo» ha crecido exponencialmente, pocos o ningún motor social hay en la fiesta como el «falleramayorismo». Y éste, además, tiene donde elegir: unas preselecciones que duran todo el mes de julio y una fase final —elección de la corte y de las falleras mayores de la ciudad— que dura otro mes más: desde primeros de septiembre a casi mediados de octubre.

Las costumbres no cambian y el sector ruzafeño es, en ese sentido, paradigmático: las candidatas llevan el número en el pecho de toda la vida. Y siguen siendo anunciadas como «señorita con el número…» a pesar de que el jurado está formado por presidentes o falleros delegados de cada comisión. Como si no supiera cada uno de ellos quien era Laia, Mónica, Noelia, Ángela o Nerea en infantiles o Paula, Beatriz, Sandra, Sara o Vanesa en mayores, por poner los nombres de las cinco primeras de la lista por orden de censo. O como si el sentido del voto no lo tuviera cada jurado más que perfilado antes de la noche de la sala Canal (tratándose de jurado de sector, sería lo lógico) y como si los asistentes no tuvieran claro quien es la de la falla propia y prácticamente todas las de la contornada.

Pero es el tipo de liturgias que se mantienen y que si nadie cambia, es porque no le encuentran motivo para ello. No hay que olvidar que, en el inicio de la elección democrática se mantuvo diez años la figura de «suplente» sin percatarse de que era absolutamente innecesaria.

El número de candidatas apenas ha variado este año respecto al pasado, lo que viene a poner en evidencia que la campaña de protestas por los veredictos del año pasado pasaron con la misma rapidez que llegaron y que no han hecho disminuir un ápice el interés.

Obviamente, el malestar regresará este año. Empezará en los sectores, independientemente de que el jurado sea de presidentes o de la Junta Central Fallera y se multiplicará en la Fonteta. Y volverá a apaciguarse después una vez las alegrías perduren y las decepciones se suman más bien que mal o más mal que bien.

El número de candidatas descendió en los últimos ejercicios cuando ya no era necesario presentarse para que un sector tuviera dos o tres candidatas, pero ahora parece haber llegado a una estabilización. O sea, 315 en mayores (314 más la repescada el jueves por la noche en la asamblea de presidentes) y 316 infantiles. Seis menos que el año pasado. Algo que desmonta determinadas tesis que sostenían que estas figuras representativas habían entrado en regresión. Cifras en la mano, nada más lejos de la realidad.

Tras la elección de anoche, las preselecciones continuarán el próximo viernes, ya en los jardines del Palau de la Música, con los sectores de Pla del Remei-Gran Vía (asombroso el escaso número de participantes en el sector más galardonado de este concurso: siete adultas y diez niñas) y Quatre Carreres.

Las cuatro primeras elegidas

Como Russafa B es un sector pequeño, mucho antes de medianoche ya estaba decidido el veredicto. Muy repartido: en infantiles, Nerea Rodriguez de Cuba-Denia y Angela Aparacio de Castellón-Segorbe y en mayores, Laura Cuesta de Cádiz-Cura Femenia-Puerto rico y Vanesa Barrios de Cuba-Buenos Aires. Para las cuatro empieza un verano lleno de ilusión… y ansiedad.