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Divagaciones

Martes acelerado

Tras la angustia terrible del lunes, en el que han sobrevivido miles de trabajadores decapitados por un reloj, que ficha puntualmente como vigilante celoso, el martes recoge sus flecos somnolientos que dejó para mañana...

Martes acelerado

«Martis dies», día de Marte, dios de la guerra, y los martes se enfrentan a todo tipo de guerras: grandes o pequeñas que hay que vencer. De Marte derivan las artes marciales y, simbólicamente, queremos conseguir el «cinturón negro» para vencer toda dificultad: «Mira, a ese/esa es cinturón negro, cuidado con contradecirle, ¡vencerá!» ¡Dios mío, líbranos de cualquier persona, que se crea, mentalmente, cinturón negro!

En los despachos suenan teléfonos sin parar: «Dile que he salido», comunica el administrador a la telefonista. Las facturas sobre su mesa le acechan. El jefe le ha ordenado impetuosamente que arregle todo y que si no hay dinero, que lo invente. Nunca contesta al jefe, tiene un genio dictatorial; y él tiene cuatro hijos y un trabajo que no puede perder.

Hay reunión de dirección en la gran sala, el jefe exige «resultados», hay que atacar para conseguirlos, no importa el cómo, pero hay que obtener: ¡resultados!

El ama de casa se ha levantado temprano, es día de mercado, de comprar piezas frescas, el cálculo de cuentas bulle en su cabeza. Es el día de la interminable plancha. Escribe notas mentales, mientras pasa la plancha cuidadosamente sobre la ropa, tiene que organizar toda la semana restante: los menús, las interminables gestiones que no parecen importantes a los ojos de nadie, pero que son imprescindibles. ¿Qué es importante y qué no lo es?, se pregunta para sus adentros. Escucha su propia voz repasando su vida: piensa lo que le dirá a su marido cuando vuelva€ llamará a su íntima amiga para comentarle lo que le inquieta.

¿Sus hijos? Tantas lecturas psicológicas, que le han recomendado los profesores, han trastornado, un poco, su mente práctica. No sabe qué hacer con esa tremenda dependencia de sus hijos por los juegos informáticos: las consolas; los móviles, los iPad, los iPod, los iPhone, los ordenadores€ quiere comprender que es una nueva era que está transformando la sociedad, pero se ve impotente frente a ella€ Se lo preguntará a una amiga psicóloga, ella sabrá.

La plancha no se termina nunca y para calmar su pensamiento enchufa la Tele frente a ella: hay un programa en el que varias periodistas y mujeres famosas hablan sobre la vida que acontece, las escucha absorta, ¡Cuidado! casi se le quema la ropa. Ella tiene su opinión: lee los periódicos, escucha la radio, pero€ ¿la verdad, dónde adquirirla? Su vecina le ha dicho que no haga caso a tantas teorías que inventan para sentirse importantes, que no hay nada mejor para los hijos que un buen bofetón a tiempo€ La vecina es muy guapa y va siempre impecable, vestida de marca, ve seriales televisivos de amor y lujo€ «Hay que vivir lo mejor posible», asevera. «No te calientes la cabeza que no vas a arreglar el mundo€», sonríe „entre coqueta y burlona„.

El martes también anochece y cada ser humano se lleva a sí mismo sobre sus espaldas. A unos/unas les espera ayudar con los deberes a sus niños, pobres niños de los martes que llegan a casa con su misma mochila del lunes, cargada de deberes. A otros/otras el descanso de lo conocido: quizás un vino mientras miran, casi sin ver, la tele. Quizá escuchar a Vivaldi sea una buena terapia para recordar que cada martes tiene su domingo.

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