Tradición ligada al campo

Los animales reinan por Sant Antoni

Bendición del ganado y mascotas, «fogueres» y «calderes» señas de la festividad

M. Mínguez | valencia

Perros y gatos de las especies más exóticas, loros, hamsters, iguanas domésticas, serpientes y hasta tigres del circo Wonderland hace dos años, han ido sustituyendo a caballos y ganado en la fiesta de San Antonio Abad, Sant Antoni del porquet o de les Barbes Blanques. Esa adaptación a las nuevas realidades agrarias y sociales no sólo ha permitido la subsistencia de esta celebración, que en muchas poblaciones a punto estuvo de desaparecer, sino que le ha llevado a experimentar una enorme revitalización desde finales del siglo pasado. Al mismo tiempo es una cita ineludible para poder admirar animales de tiro que evocan imágenes de otra época. Gil-Manuel Hernàndez i Martí, profesor titular del Departamento de Socio­logía y Antropología Social de la Universitat de València apunta a la conexión «entre fiesta y patrimonio» para entender su arraigo a lo largo y ancho de la geografía valenciana. En un artículo en la revista Métode sitúa el nacimiento de la misma en Occidente «como resultado de la cristianización de antiguas ceremonias de raíz precristiana, dedicadas a divinidades paganas protectoras de la fecundidad, de los cultivos y los animales». San Antonio o Antón Abad fue un monje cristiano, eremita, que alcanzó los 105 años de edad y se le atribuye la defensa de los animales.

Cifra Gil-Manuel Hernández en 320 pueblos «como mínimo» aquellos en los que se sigue festejando a Sant Antoni, atendiendo al carácter agrícola y rural de la Valencia de ayer. Es considerada, por tanto, la fiesta por excelencia del período invernal y la antesala de los carnavales de febrero. «Aunque el santo vivió en el siglo IV en Alejandría, hay toda una hagiografía medieval y barroca que se acompaña de una arraigada devoción popular plasmada en varias cofradías que existen desde la misma fundación del Reino de Valencia», incide el investigador. La bendición de los animales, junto con las «fogueres» y «calderes» son elementos comunes. Destacan las santantonades de las comarcas castellonenses, con celebraciones como las de Forcall, Villanueva de Alcolea, Villafranca o Zorita del Maestrazgo, hasta la ruta de los porrats de La Safor, pasando por grandes hogueras como la de Canals. En Valencia, la bendición en la Calle Sagunt forma parte de la historia de la ciudad.

Mientras el desfile de animales, ataviados con gran profusión, dota de un enorme atractivo visual a la cita, otros elementos festivos valenciano han ido desapareciendo. Caso de las «corregudes de joies», el «bandejament del gall» o la suelta de un cochinillo por el pueblo que era alimentado por el vecindario hasta que se rifaba el día del santo. La devoción a Sant Antoni llegó a plasmarse casi en cada casa de la huerta. «En los corrales existían muchos azulejos que le representaban junto a un cerdito que formaba parte de su iconografía», recuerda el bibliófilo Rafael Solaz, quien apunta a que las cofradías dedicadas a Sant Antoni «aparecieron desde la época de Jaume I». «En Valencia esta devoción, este culto y esta fiesta está dignamente representada por la Junta de la Hermandad de Sant Antoni, en la parroquia de San Antonio Abad de la calle de Sagunt donde anualmente se celebra la fiesta, con su bendición a los animales y sus clásicas paradas de porrat», explica Solaz. La leña para la hoguera suele estar coronada por un cerdito realizado en cartón-piedra, por lo que se trata de una de las celebraciones más coloristas y populares de la ciudad. «Desde la arena esparcida por la calle, l´enramá, el aroma festivo y las senyeras, son iconos representativos de esta fiesta popular, una de las pocas que quedan en Valencia de las denominadas «de carrer», incide.

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