La mirada del domingo

La felicidad va por barrios

La felicidad va por barrios

La felicidad va por barrios

Josep Vicent Boira

Nunca una frase había tenido tanta razón, literalmente hablando. Un reciente estudio publicado en la National Academy of Sciences por un grupo de psicólogos ha demostrado que no sólo se pueden definir los barrios de una ciudad por su nivel de vida, su caracterización social, sus dotaciones o su riqueza o pobreza, sino por su personalidad, por sus rasgos psicológicos. O para ser más exactos, por la personalidad de quienes los habitan. El estudio se ha desarrollado en Londres y muestra que existen patrones de concentración de factores como la apertura a la experiencia, la extraversión, la simpatía, la escrupulosidad y la estabilidad emocional (entendida ésta como ausencia de neurosis). Estas características de la personalidad humana identificaron a cada uno de los 219 barrios analizados mediante 56.000 encuestas realizadas online en la capital británica y el resultado fue un claro patrón de agrupación geográfico.

A partir de estos rasgos definitorios se pudo demostrar que sí, que en realidad, sí hay barrios «simpáticos» y «antipáticos», «extravertidos» e «introvertidos», «estables» o «neuróticos». Además, se midió también la relación de estos elementos de la personalidad con la felicidad, otra de las cosas que, como el dinero, no se reparte igualmente por toda la ciudad. La concentración de la riqueza es similar a la concentración de la felicidad. Que el dinero no da la felicidad puede ser cierto para algunos casos, pero no para nuestras ciudades. El estudio demuestra claramente que hay una fuerte relación entre ambas, hasta el punto que los habitantes más felices se concentran en los barrios mejores, mientras que aquellos con menores niveles de satisfacción con su vida se concentran en las áreas de mayor pobreza y mayores aglomeraciones de minorías étnicas.

En Valencia, el resultado sería bastante similar. Ser feliz, estar satisfecho con tu vida, tiene mucho que ver con dos cosas: con dónde vives y sobre todo con quién compartes esa vida. Miren a sus vecinos, vean si son felices, si sonríen, si le saludan por la mañana... La felicidad, la extraversión, la simpatía tiende a concentrarse. Por ello, el alcalde o la alcaldesa de Valencia que salga de las urnas el próximo mayo debería crear la figura del concejal delegado de felicidad, un nuevo concejal-psicólogo, qué digo, un concejal-coach dispuesto a lidiar con los efectos que los barrios en los que vivimos tienen sobre nuestras vidas.

Hoy, el Cabanyal-Canyamelar es un barrio intravertido, triste. Russafa en cambio es un barrio tan alegre y extravertido que roza ya la neurosis. El Carme ha pasado por varias fases de la personalidad, estabilizándose en los últimos años, mientras que la Xerea hace décadas que abandonó su etapa abierta a nuevas experiencias. Por su parte, Patraix y Campanar son barrios simpáticos, mientras que otros de la ciudad (algún día los nombraré), desgraciadamente, son muy antipáticos. Como las personas, hay barrios que a uno nunca le gustaría encontrarse por la calle, mientras otros viven de sus rentas del pasado, de lo que fueron, sin olvidar aquellos que dormitan en un tan agradable como narcotizado estado de insustancialidad.

Bien mirado, sí, sí que hay una fuerte relación entre ciudad y psicología. ¿Barrios ricos y barrios pobres? Desde luego, pero también barrios estables emocionalmente y barrios completamente neuróticos. Ya lo dijo Italo Calvino: «Las ciudades, como los sueños, son construidas de deseos y de miedos».

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