L´Ullal

El egregio hispanista y la espléndida escultora

El egregio hispanista y la espléndida escultora

El egregio hispanista y la espléndida escultora

Carmina del Río

Archer Milton Huntington heredó una inmensa fortuna pero nunca quiso ser industrial como su padre. Fue un hombre de gran cultura interesado desde muy pronto en estudiar la cultura española. Siempre quiso tener un museo. En Sevilla, donde vivió, se hizo amigo del Marqués de Jerez de los Caballeros, propietario de la mejor colección de literatura antigua española fuera de la Biblioteca Nacional. Un día el marqués le escribió „ya que ninguno de mis hijos tiene afición a los libros antiguos, he decidido vender mi biblioteca„, Archer supo aprovechar la oportunidad. El pobre marqués a los dos años de venderle su biblioteca volvió a escribirle acosado por sus acreedores para pedirle 350.000 pesetas más, nada valioso tenía ya para vender. Huntington se llevó cuanto pudo de España, logró reunir más de 15.000 libros anteriores a 1700, copias únicas y primeras ediciones de «Don Quijote de la Mancha», de «La Celestina», de «La justa poética» de Cifuentes, de «El Tirant lo Blanc» (editada en Valencia en 1490 ), casi toda la obra de sor Juana Inés de la Cruz, 250 incunables, valiosas pinturas de El Greco, de Zurbarán, de Ribera, de Velázquez, grabados de Goya y cuadros como el retrato de la duquesa de Alba, y muchos otros. Fue tanto lo que se llevó que se originó una gran alarma entre los intelectuales españoles, ante el escándalo creado tuvo que prometer al rey Alfonso XIII que no expoliaría el patrimonio bibliográfico español. Quienes pusieron el grito en el cielo le veían con profunda antipatía, había venido a despojar a España de sus mejores libros y pinturas haciendo alarde de su riqueza „una gran pérdida para nuestras pobres letras„, se lamentaban. Mayor desastre que la pérdida de Cuba, añadían. El mismo Blasco Ibáñez, años más tarde, declaró: si un cataclismo hiciera desaparecer nuestra península, seguiría existiendo España en América. Se refería a la Hispanic Society of America, que Archer fundó en 1904 en Nueva York. Por fin tuvo su museo. La diáspora de lo mejor del arte español se debió a la mala situación económica, a la falta de conciencia de la clase dirigente y a la pasión compradora de grandes coleccionistas como Huntington. También fue mecenas de Joaquín Sorolla, a quien le encargó que pintara 14 enormes lienzos, «Las visiones de España», por los que pagó 150.000 dólares. Más de dos millones de personas en España han podido contemplarlos recientemente, siendo la exposición más visitada en la historia de nuestro país. Su esposa, Anna Hyat Huntington, fue una famosa escultora que regaló a Valencia dos réplicas de sus obras, la estatua ecuestre del Cid, „se confesó fascinada por este personaje„, situada en la plaza de España, y otra, en la rotonda entre las avenidas de Blasco ibáñez, Aragón y Cataluña, que simboliza el relevo generacional, muestra a un hombre agotado cediendo en un último esfuerzo la antorcha olímpica a otro atleta a lomos de un caballo. El ayuntamiento, en agradecimiento a los Huntington, les dedicó una calle junto a la plaza de la Porta de la Mar. Pasados los años, el perfil del egregio hispanista se desdibuja al tiempo que emerge el del avaro coleccionista que se aprovecha del pobre ignorante. ¡Paradojas de la historia!

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