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Un giro inesperado

Un giro inesperado

Sorprendente fue para muchos la irrupción de Podemos a raíz de los resultados de las últimas elecciones europeas. La ascensión, meteórica y desbordante a cada nueva encuesta publicada, presagiaba una lucha encarnizada entre los partidos clásicos y la nueva formación que, con cada nuevo paso firme, parecía colar un gol a los de siempre, aturdidos y noqueados ante la celeridad de los acontecimientos.

La línea agresiva de algunos medios, a través de campañas urdidas contra el partido de Iglesias, y la aparición de otra marca política en el momento clave parece haber alejado a muchos ciudadanos de la ilusión inicial que ellos mismos crearon, aquella que llamaron «ilusión por el cambio». Si unimos algunos patinazos, incapaces de ser gestionados con la misma soltura y capacidad que en sus comienzos, la ecuación parece empezar a resolverse.

Podemos dio, en el momento adecuado, el puñetazo encima de la mesa, puso en jaque a los acomodados y creó una nueva dimensión política. Consiguió captar la atención e interés por la política, dormida hasta hace muy poco en una gran parte de nuestra masa social. Pero ahora parece aletargado, dormido, noqueado. Estancado.

Con el rumor del posible fin de UPyD, la huida en masa de muchos de sus miembros descontentos y otros del PP hacia este partido conservador, Valencia se prepara para sus quinielas más debatidas de los últimos tiempos, con la confusión que conlleva la rápida sucesión de hechos en el marco político actual. Así somos en este país. En apenas dos meses se ha pasado de la podemitis a la fiebre por Ciudadanos, y el PP cambia ipso facto de enemigo directo, con la tranquilidad que provoca un posible pacto futuro de intereses con la nueva formación. Acuerdo imposible si fuera Podemos el canalizador de esos votos descontentos.

Ahora, pese al previsible castigo electoral, puede que consigan mantener el envite por cuatro años más. No sería de extrañar. Pasó hace ya en las últimas elecciones cuando el líder autonómico era el centro de todas las miradas, y aún así consiguió de nuevo mayoría absoluta, otorgada por los propios valencianos. Ha vuelto a pasar en Andalucía, donde a pesar de muchas evidencias en cuestión de trinque y corrupción, los ciudadanos han decidido que pueden seguir haciendo lo mismo porque van a seguir otorgando el poder y los escaños a los de siempre, a los que han provocado escandalosamente los casos los ERE y los cursos de formación por todos conocidos.

Hasta ahora todo eran encuestas. Muchos pensábamos que sus resultados no eran reales, que había gato encerrado. Decían claramente que el descontento llevaba a muchos de los que han puesto a los que están donde están a pasarse al enemigo, pero que, a la hora de la verdad, dentro del conservadurismo que nos ampara como pueblo, no se iba a apostar por el cambio definitivo, papeleta en mano, a la hora la de verdad. Y así ha sido en Andalucía, la antesala de lo que nos espera. Aquí no parece haber ilusionado demasiado el nuevo secretario general de Podemos en la Comunitat, mientras Ciudadanos, contrarreloj y contra pronóstico, prepara nombres para irrumpir con toda la fuerza como una alternativa al modelo actual. Ojalá no, pero si nos ceñimos a los hechos, no parece que vayan a cambiar demasiado las cosas en el futuro. Eso sí, la agitación en estos meses está asegurada.

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