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Desahucios y prestamistas

Desahucios y prestamistas

Hace unos días se representó en Valencia «El Mercader de Venecia», obra escrita por Shakespeare alrededor de 1600. Fue un magnífico espectáculo que lejos de estar pasado de moda anima a reflexionar sobre las grandes pasiones de la humanidad que permanecen inalterables pese al paso del tiempo. La amistad llevada por Antonio a sus últimos extremos, la avaricia del judío Shylock, la sagacidad de Porcia, la importancia de la palabra dada o la fuerza de la ley son valores hoy tan vigentes como hace más de cuatro siglos.

Merecen una mención más detallada el valor de la amistad entre Antonio y Bessanio que lleva a éste a arriesgar su vida y su fortuna por apoyar a su enamorado amigo; o la astucia de Porcia que sabe resolver el drama que había puesto en riesgo la vida de Antonio y de paso da una lección a su marido Bassanio, incapaz de cumplir con la palabra dada; o la figura del avaro Shylock que se aferra al valor del contrato, no sólo para que la ley se cumpla, sino también y sobre todo para vengarse de anteriores agravios padecidos.

Resulta tan actual el texto de Shakespeare que sorprende comprobar que frases „el hombre es prisionero de sus palabras, pero no de sus silencios?„ que tantas veces hemos escuchado formen parte de sus diálogos, llama también poderosamente la atención el papel tan determinante que el autor reserva a Porcia y reconforta comprobar el valor que Shakespeare otorga a la música cuando afirma que no hay que fiarse de un hombre que no se conmueve ante la música. Bonita advertencia que se debe seguir.

Hoy cuando vemos en televisión las terribles imágenes de deshaucios, no podemos evitar comparar a los bancos, implacables en la aplicación de la ley, con Shylock y su infinita avaricia, que le convierten en auténtico precursor de los banqueros, de los que se empeñan en exigir que les sea devuelto con intereses aquello que han prestado. Actúan como si no quisieran darse cuenta de que cuando siguen esa antigua máxima del derecho „Summum ius, summa iniuria„, cuando aplican la ley al pie de la letra, pueden dar lugar a la mayor forma de injusticia. A estos Shylock del siglo XXI no les vendría mal reflexionar sobre esas decisiones que toman día a día que tanto dolor provocan y analizar que un derecho, por innegable que sea, se transforma en irritante injusticia cuando es llevado a sus últimas consecuencias e invade la esfera de otros derechos, en este caso el derecho a una vivienda digna recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Debemos exigir a nuestros futuros representantes políticos que logren resolver el grave problema que representan miles de ejecuciones hipotecarias que desgraciadamente suelen acabar en deshaucio, auténtico drama real, no teatral, que afecta a miles de familias en las que el desempleo se ceba además de manera insistente. Que no les falten la inteligencia y la determinación, que en la ficción demuestra Porcia, para resolver uno de los problemas que más dolor provoca en nuestra sociedad en la actualidad.

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