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La tradición de empinar el 'catxirulo'

Vuelve a ser tiempo de "milotxes"

El barrio del Carmen tuvo varios negocios dedicados única y exclusivamente a la fabricación de cometas para volar durante Pascua

Pocas tradiciones tan arraigadas y que tan bien sobreviven al paso del tiempo como la que dicta que en Valencia en Pascua se empina el «catxirulo». La celebración de las fechas posteriores a Semana Santa se recibía, durante el siglo XX, con alborozo por parte de los más pequeños, que disfrutaban de las «milotxes», de las «monas» de Pascua y de las meriendas en el río. Se trata de una tradición que aún hoy en día está muy viva entre los vecinos de la ciudad.

Se ha perdido, evidentemente, parte del atractivo de volar cometas. Los niños las fabricaban ellos mismos, y se entretenían por partida doble: creándolas y volándolas. En los años 60 del pasado siglo, cuenta el historiador y bibliófilo Rafael Solaz, los propios niños bajaban al Turia, a la zona de Monteolivete, a conseguir las cañas con las que confeccionar los juguetes. Después se utilizaba un cartel de cine e hilo de palomar. «Un detalle importante», relata Solaz, «era la cola fabricada con tiras de trapo: no podía ser ni muy corta ni muy larga. Era fundamental atinarla para que el cachirulo volara sin problemas». En otros casos se utilizaba papel parafinado de distintos colores.

Tanto predicamento tuvieron en su momento las cometas que hubo varios negocios en la ciudad que se dedicaban a su fabricación todo el año. En la calle Santo Tomás del Carmen tuvo su taller, hasta finales de los años 80 del siglo XX, Enrique Navarro, que junto a su esposa Amparo Ballester fabricaban cometas. Era la tercera generación que se dedicaba a ello. «En el interior de la planta baja, en lo que debía ser el comedor, se podía ver a los dos artesanos confeccionando, permanentemente, los ´catxirulos´ en sus diferentes formas: de estrella, octogonales grandes, pequeños llamados ´pastissets´, los realizados con papel de seda de diferentes formas y colores, con carteleras de cines, con escudos de equipos de fútbol, temas taurinos, animalitos o payasos», cuenta Solaz. También había un establecimiento conocido en la calle Bolsería, recayente a la plaza del Mercado: «Allí se podían ver las cometas colgadas de la pared ocupando toda la fachada».

En las tardes de Pascua, además de salir a volar el «catxirulo», los jóvenes merendaban en el río. «La ´mona´ era la merienda típica de las criadas, niños y artesanos, a la que añadían las longanizas de la Ribera, habas, naranjas, queso y dosis de vino en botas», explica el historiador, que apunta que la tarde se pasaba «jugando, bailando y comiendo. Eran tiempos de indigestiones y borracheras».

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