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La mirada del domingo

¡Vive le Roi!

¡Vive le Roi!

A la Generalitat valenciana le pasa como a los tribunales. No sólo han de ser justos, sino parecerlo. En este caso, la Generalitat no sólo ha de ser la institución que represente al autogobierno, sino dar esa impresión. Viene a cuento esto a raíz de la entrega a Felipe VI de su alta distinción el 27 de febrero. Ruego a los lectores que busquen la fotografía del momento. Y como los finos detectives, observen la bandera que se sitúa tras ambos protagonistas. Siempre me han llamado la atención las banderas, cosa nada insólita en Valencia. Pero ésta es particular. Según me cuentan, se trata de una enseña militar, posiblemente de algún regimiento de la época de Carlos III. Sinceramente, me parece poco apropiado.

¿No tiene la Generalitat otro símbolo que mostrar como marco de este acto que la bandera de un regimiento del primogénito de quien destruyó la misma institución y los fueros de los valencianos: Felipe V? Ya puestos, ¿por qué no situar en el salón su busto, obra de Leonardo Capuz, a quien todo el mundo en Valencia conoce más por su calle que por su trabajo? Y metidos en harina, ¿por qué no traer desde Xàtiva el retrato del destructor de la ciudad de Alfonso Rus y colocarlo en su posición originaria?

No se trata de discutir si el rey merece o no la medalla. No es eso. Se trata de algo más sutil y al mismo tiempo más simbólico. Se trata de saber si quienes gobiernan la Generalitat se creen la propia institución. ¿Que tengo la piel fina? ¿Es que la Generalitat no es el principal seña de identidad, ahora que están de moda, de los valencianos? ¡Que actúe el flamante Observatorio! Además, esta sección se llama «Café de Viena» (austracista). La bandera elegida «para-servir-de-marco-incomparable» a la entrega de la distinción muestra claramente la preeminencia del escudo dinástico y la posición subalterna de las armas del reino. Sobre el fondo blanco de la nueva familia real, el orden en que se disponen los símbolos es significativo. ¿Y todavía nos quejamos de que no nos tomen en serio en Madrid? ¡Somos nosotros los que no nos tomamos en serio! El acto de entrega de la medalla a Felipe VI debería haber sido cuidadosamente diseñado sensu contrario: una institución borrada de la historia por su antecesor, familiar y numérico, tiene a bien, como símbolo de magnanimidad, otorgar su más alta distinción al descendiente actual, cerrando así un ciclo, pero mostrando toda su dignidad. Y por ello, alguien debería haber sabido que lo que el acto necesitaba de fondo era un buen escudo de la época foral, una insignia de la Generalitat.

En fin, claro que tampoco me extraña la situación: el nuevo duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, acaba de solicitar el ducado de Llíria (y de Jérica), y nadie desde el gobierno valenciano ha dicho ni mu. Llíria pasó de villa real a ducal por decisión de Felipe V para recompensar a James Fitz-James Stuart, duque de Berwick, uno de sus generales y vencedor de la batalla de Almansa. Desde el 13 de diciembre de 1707, Llíria está unida a este señor, uno de los que con más ahínco trabajaron para acabar con la Generalitat valenciana y los fueros del reino, pero en fin, qué más da: ¡Vive le Roi!

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