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Relación del hidalgo con Valencia

La Quijotesa

Inmaculada Gil Lázaro ha recuperado, con la producción del famoso caballero de La Mancha, una tradición valenciana que representa la generosidad más abierta

La Quijotesa

«Quijotez» es la cualidad de ser Quijote. «Quijotesa» sería la mujer que actúa como un Quijote. Son definiciones claras que apenas se usan, quizás porque el «quijotismo» está de capa caída en nuestra sociedad. Los jóvenes apelan a valores mundanos y todos los idealismos parecen reducidos al anecdótico mundo de la locura.

El Teatro Principal ha programado un «Don Quijote» que es una maravilla. Desde las portentosas actuaciones del Ballet Virsky en el año 2000, no habíamos visto cosa igual. Paolo Mohovich ha coreografiado la música de Minkus con el legendario acierto del ruso Petipa. Han introducido un Cervantes que recita y un Cupido que lanza dardos románticos.

La dirección artística es de Inmaculada Gil Lázaro, la «Quijotesa» de Culturarts. Valoro mucho las críticas inclementes contra los artistas, porque esta reacción implica una acción previa del afectado. Nadie ataca lo que no se mueve. A la Gil-Lázaro le han llovido palos por todos lados, como a don Quijote, pero ella ha sabido enfrentarse con gallardía a todos los gigantes, muchas veces transmutados en molinos de viento. Batalla como cuando bailaba «El festival de las flores en Genzano» con las complejidades del estilo Bournonville, conjugando el carácter alegre y festivo del «pas a deux» con toda su complejidad técnica y artística.

También tuvo un episodio peculiar, digno un día de recreación dramática. Como Quijotesa eligió un escudero equivocado que acabó buscando su ínsula de Barataria en las tribunas de la tele basura. Desde entonces cabalga más libre y eso se nota en sus decisiones, pese a que le ha tocado atravesar las mesetas de la más grande crisis económica de los últimos tiempos.

Pese a las dificultades encadenadas, la cervantina dama ha sabido hacer de la necesidad, virtud. Al rescatar al Quijote como acontecimiento cultural de gran calado, la Quijotesa Lázaro ha recuperado una tradición valenciana largamente olvidada. El Quijote representa nuestra generosidad más abierta ya desde los mismos tiempos de Cervantes, autor que conoció y elogió en extremo todo lo valenciano. No en vano desembarcó en nuestro puerto cuando fue redimido de su cautiverio en Argel. Conocida es además su exaltación continua de la lengua valenciana, de la que afirmó que su dulzura sólo era comparable a la lengua portuguesa.

El mayor valedor de Don Quijote en Valencia fue Vicente Blasco Ibáñez. Él mismo se sentía un Quijote, adalid incansable de sus sueños republicanos. Por ello cuando se marchó a Argentina para colonizar tierras vírgenes la primera ciudad que fundó la llamó Cervantes, y solo a la segunda le puso «Nueva Valencia». Postergaba su valencianía en aras del quijotismo.

Cuando el partido blasquista entró en el ayuntamiento con mayoría absoluta rotuló la calle Cervantes paralela a San Vicente Mártir con una bella placa artística. Inmediatamente levantó el Colegio Cervantes sobre las ruinas de lo que fue el Quemadero, lugar donde quemaban todas las basuras de la ciudad que no se aprovechaban en la Huerta.

Frente a dicha escuela los blasquistas levantaron su primer monumento público, que fue justamente un don Quijote esbelto que sujeta y alza con sus brazos un busto de don Miguel de Cervantes.

Hace poco la escuela catalanista de revisionismo histórico proclamó que Cervantes se llamaba realmente Miquel Servent y que había nacido en Xixona. Era por tanto valenciano, y el Quijote se había redactado primero en valenciano, para ser traducido luego al castellano. Por si acaso esto fuera posible tuvimos un magnífico erudito, Francesc Martínez i Martínez, que tradujo el «Quijote» castellano al valenciano antes que lo tradujeran al catalán en Barcelona. Fue tanta su pasión por el héroe de la Mancha que reunió la mejor colección de ediciones de este libro, y luego la donó a la Diputación de Valencia. Martínez, natural de Altea, fue destacado miembro del Centro de Cultura Valencia.

A instancias de Martínez, Valencia le dedicó una calle a «Don Quijote de la Mancha», libro y personaje todo en uno. Le tocó una vía de chalets de Benimàmet, lugar de descanso estival burgués antes de que se edificara allí la Feria de Muestras.

Programar al «Quijote» en el Principal ha sido pues un acierto institucional que viene precedido por las versiones dramatúrgicas que presentó recientemente la Sala Russafa («Quijote: la historia secreta») y el Teatro Talía («En un lugar del Quijote»). Evidentemente es tiempo de quijotes, y de quijotesas.

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