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Un reloj que se hizo famoso a partir de la Nochevieja del año 2000

«Hasta el año 2000 nadie le hacía caso ni tampoco iba nadie a comerse las uvas allí. No sé a qué se debe exactamente, pero desde ese año comenzaron a concentrarse muchas familias en la plaza y ahora ya se ha convertido en tradición», explica Álvaro Mateu, responsable máximo del mantenimiento del reloj consistorial. Tan popular se ha convertido, que el ayuntamiento refuerza para la nochevieja la megafonía para que se oigan bien las campanadas.

Pese al poco romanticismo del reloj del consistorio —que funciona con un sistema digital y electrónico—, muchos valencianos le han tomado cariño. Es el más emblemático de la ciudad y ha conseguido sobrevivir al impacto de varios rayos —cuenta con pararrayos—, el último en septiembre del año pasado, que lo mantuvo «frito» durante casi 10 minutos.

Lo cierto es que Valencia contaba hasta hace unos años con casi medio centenar de cronómetros monumentales de los que hoy quedan en buen estado aproximadamente una docena. Además del de la torre consistorial, destacan el del edificio de Correos y Telégrafos que competía para que sus toques no coincidieran con los del primero y cuyo carrillón también está en desuso, el de la modernista Estación de Norte, el de la Casa del Chavo —precedente de la Seguridad Social— o el de los Santos Juanes. La esfera de este último es una de las más valiosas y antiguas de la ciudad.

Pocos saben que Valencia tuvo en torno a 1372 el primer gran reloj de la Península Ibérica. El gobierno de la ciudad lo compró en Alemania e hizo instalarlo en la calle del Reloj Viejo. El aparato era muy inexacto —se retrasaba seis horas al día— y apenas duró dos años. Sin contar este efímero precedente, el primer cronómetro de la ciudad fue el de la Catedral. Se instaló alrededor de 1420 en la torre-campanario gótica del Micalet, donde permaneció hasta los años 40 del siglo pasado.

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