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Mujeres que no amaron el valenciano

Mujeres que no amaron el valenciano

La Reina Doña Germana ( Foix 1488, Lliria 1538), segunda esposa del rey Fernando el Católico, era sobrina del monarca francés Luís XII. Se casaron cuando ella tenía 18 años y él 53. Se cuenta que el rey Fernando obsesionado con tener descendencia tomó grandes dosis de cantárida, también llamada mosca española, se trata de un compuesto conocido ya en tiempos de Hiprócrates y Aristóteles y que arrastra desde entonces la fama de ser un potente afrodisíaco del que a lo largo de la historia han abusado los nobles. La cantárida se extrae de un escarabajo verde brillante. Se cuenta que en el lujurioso siglo XVIII se consumían los caramelitos Richelieu elaborados con cantárida y que también el marqués de Sade tenía por costumbre ofrecer dulces con cantárida en sus orgías. Sea como fuere, Germana y Fernando tuvieron un hijo que murió pocas horas después de nacer. El rey víctima de tantos excesos enfermó y antes de morir le pidió a su nieto, el futuro emperador Carlos V, que no abandonara a su viuda.

Cuando se conocieron Carlos, hijo de Juana la Loca, reina de Castilla, tenía 17 años y Germana 29. Tanto cuidó Carlos de su abuelastra que surgió un apasionado romance entre ambos del que nació una hija que nunca reconocieron oficialmente.

Del emperador se sabía que tenía varios hijos ilegítimos, pero no que una hija fuera de la segunda mujer de su abuelo. Para acallar el escándalo, casaron en segundas nupcias a Germana con un oficial del séquito del emperador, el marqués de Branderburgo. A Germana la nombró virreina de Valencia y al marqués Capitán General del Reino de Valencia.

Germana pronto se quedó viuda de nuevo y el emperador tuvo que ordenar su tercer matrimonio. Se casó con Ferràn de Aragón, duque de Calabria, del que cuentan que había sido su amor platónico. De nuevo el emperador los nombró virreyes y lugartenientes generales de Valencia.

Doña Germana vivió en el Palacio Real, escenario de las más importantes fiestas cortesanas de la época. Llegó a ser uno de los palacios más grandes de Europa, cuentan que tenía tantas ventanas como días el año. La reina mandó construir más tarde la abadía cisterciense Sant Bernat de Rascanya, hoy San Miguel de los Reyes, lugar donde está enterrada junto al duque de Calabria.

Ejerció un gobierno autoritario y represor, se encargó de la triste misión de castigar «als agermanats», dictó 800 sentencias de muerte e impuso multas astronómicas. Firmó un mezquino indulto el 23 de diciembre de 1524, recogido en un documento considerado uno de los primeros redactados en castellano en el Reino de Valencia. Doña Germana, pese a ser virreina de Valencia, impuso el castellano como represalia contra los perdedores.

Casi quinientos años después de la afrenta de Doña Germana, en lo que se refiere al amor a la lengua vernácula, resulta cuanto menos curioso constatar que la historia se repite y que de nuevo otra señora (Rita Barberá) que tanto tiempo ha gobernado el timón de la ciudad „24 largos años en la alcaldía así lo atestiguan„ vaya a ser recordada por el impropio uso de la lengua propia de los valencianos.

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