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Y sin embargo me quedo

Esperando un milagro

Esperando un milagro

Entre museos, lluvia y campaña hemos pasado la semana. El lunes, día natural de descanso de los museos, estaban todos abiertos en Valencia por la celebración de su día internacional. Una buena ocasión para darse una vuelta y descubrir alguna de las grandes paradojas de esta ciudad. Tenemos un museo de miniaturas gigante, de hecho el más grande del mundo, una exposición en el Muvim que sorprende al visitante al descubrir que Golum y el Fauno de Del Toro son fruto de la imaginación de Segrelles, el pintor, ilustrador y cartelista valenciano, también un museo fallero que no es un museo, un museo de Etnología que tiene mucho más de lo que muestra y cientos de cosas por descubrir. Estas visitas dan un respiro durante la campaña electoral que gracias al cielo toca a su fin.

En esta ocasión con más expectación que nunca, no sabemos qué va a pasar, quién va a ganar, quién va a pactar con quién y quién va a gobernar pero todos esperamos mucho del día 24.

Y nos tragamos todos los enfrentamientos. Los debates muestran las debilidades y fortalezas de los políticos y después de escuchar a Fabra queda patente que Rita y José Mota tienen razón, «ir pá ná es tontería».

Y si la alcaldesa tiene razón en todo y los abucheos que recibe en los mercados son todos de gente de Compromís creo que Ribó puede estar tranquilo, tiene la mayoría absoluta asegurada.

Otra paradoja de esta ciudad: escucho quejas de la campaña, que están cansados de oír siempre lo mismo a políticos, de tener elecciones hasta en la sopa, de los carteles, del reparto de propaganda, de los debates, pero a la vez también se quejan de que no conocen la cara de la mayoría de los aspirantes a la alcaldía, sólo a los líderes nacionales.

O las campañas no son los bastante efectivas o tenemos candidatos muy grises. Y si llevas ocho años en política y no te conocen es para hacértelo mirar.

«No se a quién votar» me decía una joven compañera el otro día, «¿pero sabes quién se presenta?» pregunto. «Pues Rita, a la que no quiero votar y€» le cuento uno por uno quién son, sólo le ponía cara a Ribó. «Pues hay cinco más».

No se si es un caso aislado pero deja patente por un lado el desapego hacia los políticos y por otro la falta de cercanía de los que quieren llevar las riendas. Encima, con lo liada que está la cosa, van y dicen que no van a hablar de pactos hasta después de elecciones.

¿Cómo? No, perdona, casi mejor decid ahora con quién porque puede que haya quien se lo piense. Rus dice que tiene que consultar con la familia, que si se presenta será por sus militantes, claro, esos a los que cree que no ha avergonzado lo suficiente.

Venga, hombre, que igual pueden aguantar un poco más. Cada nueva grabación hace que se hunda más y toda su defensa es denunciar a Rosa Pérez, la diputada de Izquierda Unida que entregó las cintas, por revelación de secretos.

Pero de explicaciones sobre «les peles», «el chollo de la vida», los contratos «a punto de caramelo» o «los peajes» ni una palabra. Parece que no respetaban nada, ni la vivienda, ni la cultura y lo que es peor, ni las residencias de la tercera edad.

Pero no pasa nada, que ha venido George Clooney y ha dicho que hay esperanza, que la Ciudad de las Ciencias es muy bonita.

Uff. Señor, llévame pronto.

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