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Y sin embargo me quedo

Adolescencia

Adolescencia

El pueblo comienza a llenarse de niños. No querría parecer cínica, pero desde que abandonan la tierna infancia, cuando comienzan a dar sus primeros pasos, hasta que eligen entre pensar por si mismos, hacerse hipsters o presentarse a castings de programas televisivos, es un periodo que me inquieta. Primero porque sólo saben hacer ruido, después porque entran en ese periodo oscuro de la vida que todos hemos intentando olvidar: la adolescencia. Y ahora, encima, parece que cada vez dura más. Empieza antes y acaba después. Hasta los trece llevé coletas y a los dieciséis ya estaba trabajando con lo que solo fueron tres años de limbo. El sábado pasado dentro de la programación de la Fira de Juliol hicieron un concierto en Viveros con el que se rememoraba la movida valenciana. Más o menos coincidieron ambas épocas, la llamada movida y mi adolescencia. Recuerdo aquella ebullición de grupos valencianos, todos, hasta los que no estábamos metidos de lleno en el mundo de la música, teníamos un amigo, primo, compañero, novio o conocido que tenía un grupo. Íbamos a los conciertos de Les Mogudes de Dipu, a locales con música en directo y escuchábamos en los pubs música que más allá de Orihuela ni les sonaba. Por eso cuando Badenes, Remi y los suyos lograron colocar Imágenes nada menos que en Madrid, aquella conquista la sentimos como propia. Eso sí que era poner a Valencia en el mapa.

Esta reflexión me lleva también a pensar en el botellón. El concejal Galiana, que está imparable, después de abrir su frente de guerra contra las grandes superficies para que no abran en domingo por aquello de la conciliación y proteger al pequeño comercio, ahora afila su cuchillo contra el botellón. Paréntesis. El pequeño comercio, regentado por autónomos, en zona ZGAT puede elegir o consensuar con su familia si abrir el domingo o ir a la playa, el trabajador de una gran superficie, no. Cierro paréntesis. Continuo. El botellón me preocupa. Recuerdo la época a la que me refería. Quedábamos por teléfono fijo y salíamos para escuchar música en directo. De paso te tomabas unas copas, o lo que fuera, pero «de paso», nunca la finalidad era esa como lo es en el botellón. Es abominable la solución adoptada en Granada de hacer un botellódromo. Es como si para evitar los robos acotases una zona en la que se puede robar libremente o se organizaran grandes eventos para poder lucrarse libremente. Pienso que la solución pasa por ofrecer lo que esta ciudad no ha tenido en años, ocio alternativo, música en directo, facilidades para las manifestaciones artísticas nocturnas, fomento de la cultura, alguna actividad que se convierta en principal. Como digo en aquella época en la que Polvos de Talco Baxter o Betty Troupe nos hacían saltar también había alcohol, y mucho, vodka con limón concretamente, pero volvías a casa con la sensación de haber vivido. Tener una adolescencia alcoholizada y sin referentes lleva a que sus aspiraciones sean llegar a ser tronista. Los de la movida querían ser estrellas del rock que al menos suponía una forma de rebelarse contra el sistema y sus injusticias. Pero por otro lado los del botellón, no molestan, no piensan y por tanto no critican. Espera, a lo mejor esa era la finalidad para no haber hecho nada hasta el momento. No, no puede ser.

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