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Y sin embargo me quedo

Símbolos, gestos e intenciones

Símbolos, gestos e intenciones

Abrir el balcón del ayuntamiento al público fue un gesto del nuevo alcalde. Colgar el día del orgullo gay la bandera multicolor fue todo un símbolo. Cambiar la bandera de España por la de Valencia en la Batalla de Flores fue una declaración de intenciones. Pero que la Senyera no entre en la Catedral el día 9 d'octubre es mucho más. No me parece un gesto, ni un símbolo, ni siquiera una declaración de intenciones, me parece ante todo una muestra de respeto hacia lo que esa bandera y ese día significan y sobre todo una profunda muestra de respeto hacia los valencianos que no profesan la religión católica. Esa bandera es de todos, ese día es de todos, de todos los valencianos, el día en el que celebramos nuestra cultura y nuestra identidad diferenciada. A lo largo de su historia la procesión cívica ha sufrido muchos cambios pero en su filosofía siempre ha estado el tratar el símbolo, la Senyera, como signo de unidad. Una unidad que no debe permitir diferentes estatus, no debe permitir valencianos de primera y valencianos de segunda. Lo que se celebra el 9 d'octubre está por encima de religiones, razas o ideologías. Los valencianos no católicos no tenían por qué sufrir esa falta de respeto con la apropiación de su símbolo. Imaginen que durante la procesión la Senyera entrara en Mestalla, ¿cómo se sentirían los levantinistas? Por mucha costumbre que fuera no deja de ser una falta de respeto y un gesto de marginación hacia el resto de los valencianos. También era costumbre tirar a cabras de un campanario, o que las mujeres no votaran, o que los negros fueran esclavos. La primera norma es la igualdad y la justicia, la segunda norma sería cuidemos y conservemos las tradiciones. Pero como apuntaba Asimov con sus reglas de la robótica, siempre que esto no contravenga la primera norma. Estoy segura de que si los que se rasgan las vestiduras ante el hecho de que la Senyera no entre en la Catedral se paran a pensar en su vecino musulmán, o en su amigo budista, o en su conocido ateo nacidos en Sueca, en Valencia o en Alzira, tan valencianos como ellos y se ponen en su lugar, comprenderían lo que supone sentirse valenciano de segunda. Y si es por costumbre y no por religión por lo que se entra en la Catedral deberían ser los cristianos los que se sintieran ofendidos. Sinceramente creo que la religión, las creencias profundas de una persona, no deberían tampoco tomarse tan a la ligera y no ver sus celebraciones como una muestra de folklore. Muchas veces ese gesto tan simple, ponerse en el lugar del otro, soluciona muchos problemas. Intentemos hacer ese ejercicio. Si de recrear la historia se trata, de recordar el día que el Rey Don Jaime entró en Valencia, que la Senyera entre en la Catedral es un sinsentido. En aquel momento el edificio era una mezquita y por tanto él, católico, no podía entrar hasta que no volviera a sacralizarse. Quien quiera recrear la historia que busque enfrente, en la pared del Palacio Arzobispal, hay una pequeña reja, un cubículo mínimo en el que hay un altar. Allí fue donde se celebró la primera misa cuando el Rey Don Jaime entró en la ciudad. Eso es historia, una historia que pasa desapercibida pero que tiene mucho más sentido si los católicos quieren rendir homenaje al primer rey de Valencia.

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