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Calles como homenaje

Entre almirantes y artistas

La adecuación valenciana del nomenclator de calles era una necesidad histórica por razones de autoestima que no debería quedarse en la eliminación de la simbología franquista y tendría que extenderse a pintores o artistas

Lienzo de Sanchis Cortés que evoca el triunfo humano sobre lo inhumano.

La adecuación valenciana del nomenclator era una necesidad histórica por razones de autoestima. Ojalá la iniciativa municipal en este sentido sea fructífera, no ya solo en cuestiones de franquismo, sino de militarismo en general. Los valencianos hemos tenido pocos militares propios, como pueblo pacífico que somos. Ensalcemos el Arte y no la violencia para convivir mejor.

El almirante Luis Cadarso y Rey tiene una de las principales vías del Ensanche de Russafa. ¿Quien fue este militar español del siglo XIX? Pues un gallego nacido en A Coruña que desarrolló su carrera en las colonias. Lo proclamaron «héroe» de la batalla de Cavite. aunque no llegó a participar en ella. Nunca fue almirante en vida, sino que le concedieron este honor tras su muerte en 1898.

El almirante Cadarso jamás tuvo una relación especial con Valencia, ni consta que la visitara alguna vez. Pero el gobierno militarista no dudó en cercenar la calle del Duque de Calabria y ofrecerle el mejor tramo a este oficial ajeno a lo valenciano.

Por la misma época se le restó una buena parcela a la calle del marino y matemático Gabriel Ciscar, nacido en Oliva, para ofrecérsela a don Francisco Maestre, Conde Salvatierra de Álava. Este abogado fue un político especializado en ahogar protestas en sangre. Sus represiones como gobernador en Andalucía y Cataluña fueron impresionantes. En 1920 unos anarquistas lo asesinaron en venganza a su terrible impiedad. Curiosamente, nunca fue Conde de Salvatierra de Álava en vida, sino también póstumamente cuando su viuda, Dolores Gómez-Medievela, rehabilitó el título.

Muy cerca tenemos la Calle del Conde de Altea. Este condado fue inventado por Alfonso XIII en 1920 para un diputado conservador, posteriormente ministro de la Dictadura de Primo de Rivera, y organizador del partido único fascista Unión Patriótica.

Paradójicamente, Valencia tiene una calle del conde de Altea pero no tiene una calle de Altea. Es más importante el aristócrata autócrata que una población de orígenes iberos y romanos con más de 2000 años de historia. ¿No estaría bien adecuar el nombre ahora y olvidarse del título nobiliario?

Otro soldado que ni nos va ni nos viene es el general Urrutia, de tiempos de Carlos IV. Nunca tuvo relación con Valencia que justificara tan fastuosa avenida. Ya han pedido llamarla fotógrafo Agustí Centelles, aunque tememos que se confunda con la cercana calle Centelles. Yo propondría al pintor Sanchis Cortés, que vivió allí toda su vida, cuyo padre ayudó a muchos reclusos del primer franquismo y cuyo hijo sigue al pie del lienzo.

Por cierto, hay un militar valenciano completamente olvidado, el Coronel José Benedito Lleó, nacido en el carrer d'Exarchs y fundador del partido Esquerra Valenciana. Fue conseller o delegado de Guerra de la República de España, con cuyo apellido se bautizó la columna Torres Benedito o primera columna valenciana de defensa de la República.

Para cerrar esta miscelánea visitaremos la calle del General Almirante, con su cuartel aledaño. En ningún sitio se nos indica quien es este General Almirante, pues dicho título no existe en el escalafón militar español donde sí figura un Almirante General subordinado al Capitán General de la Armada.

Según una versión hubo un oficial con este apellido, pero según otras fuentes se refiere al dictador Primo de Rivera.

General es el máximo grado del Ejército de Tierra, y Almirante es su equivalente marino. Don Miguel, igual que Franco recurrió al título de Generalísimo para indicar que no había nadie militarmente por encima suyo, quiso reunir los dos títulos máximos de les ejércitos de tierra y mar, General y Almirante, pues en aquellos tiempos la aviación estaba en bolquerets.

Persona idónea para bautizar esta calle sería la actriz Carol Ros. Ella y su marido Ismael viven allí desde hace décadas. Carol Ros es nuestra Lina Morgan autóctona. Dramática, cómica y vedette. Se ha lucido en teatro y en la televisión. Simpática a raudales, ha padecido una grave fibromialgia. Afortunadamente en su último trabajo en el Talia, junto a Ángel Garó, estuvo esplendorosa.

Sería gran acierto homenajear en el callejero a personalidades democráticas que nos han hecho disfrutar y pensar, con el fin de ser mejor personas.

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