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¿Ola de qué?

¿Ola de qué?

El Consell intenta a toda costa pelear por una financiación autonómica menos ruinosa y la oposición estrena cargo apremiando sobre medidas que ya entienden como incumplidas. No sabremos si será o no viable la reapertura de RTVV mientras el concejal de movilidad del Ayuntamiento de Valencia pone sobre la mesa la posibilidad de rebajar los precios del transporte público. Y hace calor.

En la calle sigue el debate sobre la tauromaquia y el espacio social que ocupa. Muchos de los municipios con nuevos equipos de gobierno se pronuncian al respecto, para beneplácito, indignación o pasotismo del ciudadano, en un tema más que delicado. Cuesta entender que se puedan vetar fácilmente espectáculos circenses con animales y a la vez sea tan complejo actuar en eventos taurinos donde se tortura y sacrifica animales. Y sigue haciendo calor. Recibimos con agrado la noticia de la reapertura de una sala de cines en Valencia. Y el calor sigue abrasando. Tanto que por fin se pone en duda el término «ola», siempre referido a repuntes en unos pocos días consecutivos de muy altas o muy bajas temperaturas. Desde finales de junio hemos pulverizado récords del pasado y nos miramos con estupor al empezar a entender que no se trata de algo pasajero.

Empezamos a escuchar con fuerza conceptos como el de cambio climático, derretimiento de los polos, próxima glaciación o datos alarmantes sobre la agresividad de los rayos ultravioleta, con datos específicos y nada halagüeños para nuestra provincia. Estados Unidos está por la labor, y lo anuncia justo estos días, de aprobar el Plan de Energía Limpia, o lo que es lo mismo, el control específico de las emisiones de CO2. Y me da por pensar, a un pringado como yo, que leo las noticias como tú, si todo esto será, tal y como lo quieren vender, un acto ecológicamente voluntario, o por el contrario, una medida obligada por las circunstancias, cuando ya hemos modificado tanto la cadena natural de las cosas que no queda otra que ponerse manos a la obra para tratar de arreglar el entuerto.

Después de que muchos países hayan ignorado por completo las advertencias de los científicos del protocolo de Kioto (la mera presencia y asentimiento capilar no soluciona nada), a Obama le da por activarse ahora en una de las medidas estrella de su programa previo a su primer mandato. Es cuando pienso en este tema cuando el resto de debates se convierten en insignificantes, y siento escalofríos y distancia cuando veo a dos políticos enfrentados en el tiempo discutir o veo por la tele cómo se machacan a palazos defensores de los toros y sus contrarios. Nuestro silencio o pasotismo no es más que una complicidad más hacia los adinerados dominantes, que no se paran a pensar en las consecuencias mientras se silencia a científicos de renombre que avisan de la que se nos viene encima. Cuando se hace fuerza social algo se consigue, como ocurrió con el tema del fracking en Castellón. Cuando EE UU mueve ficha en este tema, seguro que algo que no sabemos está pasando. Y no algo secundario. Al menos no algo que debiéramos poner, nosotros, tú y yo, en un segundo plano. Desconozco si con estas nuevas medidas estaremos a tiempo de arreglar ciertas cosas. Lo único que sé, es que sigue haciendo mucho calor.

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