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Tebeoteca

Los guerreros de la historieta

Los hermanos Bueno regentan en Russafa la que es, probablemente, la mejor tebeoteca de España - En un bajo de la calle Puerto Rico cuentan con una de las colecciones más completas de cómics, plagada de miles de ejemplares

Ángel Bueno en la puerta de su almacén, ojeando «El Caudillo Justiciero», un ejemplar único. levante-emv

En una planta baja de la calle Puerto Rico que durante muchos años fue droguería de barrio se acumulan muchos más tebeos que en ninguna otra biblioteca valenciana, incluida San Miguel de Los Reyes. Este local de Russafa, modesto y discreto, es probablemente la mejor tebeoteca de España. Aquí está prácticamente todo lo que se ha editado en literatura dibujada desde que nació el noveno arte, el internacionalmente conocido como cómic; además de literatura popular tipo novelitas del oeste o del espacio, cuentos infantiles o colecciones de cromos cuando no dominaba todo este sector esa editorial italiana a la que no le haremos publicidad.

La antigua droguería de Dorina es el arca de Noé de los tebeos, el mágico lugar donde los hermanos Bueno atesoran sus revistas históricas. Dorina era la mayor de ocho hermanos nacidos en el pueblo de Zafrilla. Hasta su nombre viene avalado por una historia romántica. En los años veinte se publicó en España un serial titulado «Rodolfo Valentino y Dorina».

Al matrimonio Bueno les fascinó tanto esta historia que cuando nació su primera hija quisieron bautizarla como Dorina. Pero el cura del pueblo se indignó, porque aquel nombre no era cristiano, y lo sustituyó imperativamente por «Dora» o «Adoración», nombre que jamás usaron en casa para referirse a Dorina.

Dorina, Gloria, Román, Amelia, Julián, Montse, Jesús y Ángel son los hermanos Bueno. Pero sólo estos dos últimos son los que se han consagrado tan fervientemente al magisterio de los tebeos que son considerados entre los aficionados como verdaderos catedráticos. Carlos Climen, friki del cómic, los venera como si fueran verdaderos sacerdotes de una religión olvidada y Ricardo Villamón, otro vicioso de las viñetas de tinta china, los adora con arrobo y deleite. Nieves y Yolanda, las esposas sufridoras de esta historia, soportan estoicamente estos amores meramente platónicos.

Jesús y Ángel leían tebeos en su remoto pueblo porque su hermana mayor se los enviaba en un paquete postal que había que ir a recoger en burro a veinte kilómetros de su domicilio. Al cumplir los 16 años se vinieron a la capital a trabajar. Ya antes, con once o doce años, habian entrado en la vida laboral como era preceptivo en aquellas épocas. Una vez en Valencia, Ángel se enroló en la fontanería Segura de la calle de la Conserva y se instalaron en la calle Peris Brell, junto a Organista Cabo, en el núcleo de pisos obreros publicitados como «Casas para todos».

Los hermanos Bueno hicieron juntos, como mellizos, la mili en el complejo militar de San Miguel, en Murcia. Allí seguían leyendo tebeos, ahora viviéndolo como unas «Hazañas bélicas». Al volver se fueron a vivir al Parque Alcosa, y después se instalaron en la calle Puerto Rico, el corazón de Russafa.

La madre de los Bueno era la peor enemiga de los tebeos que nunca existió. Utilizaba estas revistas vistosas para fregar las sartenes sucias. Pero ellos supieron convertir su pasión en motivo de vida. A partir de 1990 empezaron a coleccionar con fruición y a proteger debidamente sus originales, el imperio de los tebeos había nacido.

Desde entonces Ángel y Jesús viven por y para el tebeo. Como han acumulado tantos ejemplares, venden los que les entran repetidos y a veces sustituyen unos peor conservados por otros.

Su almacén no está abierto al público, pero todos los amantes del cómic saben donde está. Los domingos por la mañana también montan una parada en el rastro, más que por vender, por estar atentos a lo que sale para comprar. Los dos hermanos, todos los días laborables, recorren sistemáticamente todas las librerías de lance de Valencia, así se aseguran de que cualquier tebeo que entra en el mercado de segunda mano, sea cual sea su procedencia, llega a su poder.

Han pasado muchos años de relación, pero el enamoramiento entre los hermanos bueno y los distintos personajes del tebeo sigue siendo completo. No saben qué colección se llevarían a una isla desierta, porque se las llevarían todas.

¿Qué pasará con esta macrotebeoteca que han reunido con tanto tiempo y tantos esfuerzos? Los hermanos Bueno desconfían mucho de las instituciones, y les recriminan no haber apoyado nunca con verdadero interés el mundo del tebeo. Han pensado alguna vez hacer una donación, pero no encuentran ningún mérito en los posibles donantes. Ninguna corporación pública se merece este gran tesoro.

Ángel aventura una posibilidad. Le gustaría que el día que fallezca, tal y como hacían los iberos con sus ajuares, monten una gran hoguera con estas publicaciones y a ellos dos los incineren entre montañas de papel dibujado.

Sería épico y bellísimo, porque ellos dos han sido y son los dos grandes guerreros de la historieta en Valencia, y prácticamente en España. Pero esperemos que lo reconsideren y lo leguen a una institución que lo preserve para la posteridad. Ellos son demasiado buenos para quemar todos estos tebeos, y estamos seguros que nunca traicionarán su propio apellido.

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