Las distintas asociaciones de vecinos afectadas por el botellón nocturno coinciden en señalar que la solución a este problema es complicada pero, desde luego, no pasa únicamente por el aumento de una presencia policial, que a día de hoy consideran insuficiente. La mayoría cree que el nuevo ayuntamiento tiene un interés real por poner fin al fenómeno del microbotellón, aunque, entre las distintas opciones que podrían barajarse, la mayoría se niega rotundamente a que se establezca una especie de «botellódromo» como el que tienen en otras ciudades.

«Aquí lo que hace falta es un cambio cultural», resume tajante la vicepresidenta de la Asociación de Vecinos Pavimar, Ana Civera. «Necesitamos concienciarles desde muy jóvenes para que entiendan que para divertirse no hace falta beber tanto, pero eso es algo muy difícil de erradicar y que requiere mucho tiempo», explica en la misma línea Antonio Pérez, presidente de la Asociación de Vecinos de Benimaclet. Desde Russafa creen que un «botellódromo» no puede ser la solución porque el botellón refleja en realidad un problema «de alcoholismo social», por lo que aboga por educar a los jóvenes para que entiendan que la bebida no es una diversión.

Sin embargo, desde asociaciones como las de Cruz Cubierta o Ciudad Jardín están mas abiertos a una opción como la del botellódromo y aseguran que aunque a nadie le gusta pensar en un espacio así, creer que «porque no haya un lugar concreto para beber la gente va a dejar de hacerlo es una hipocresía», resume Andrés Palop, portavoz del Cedro.