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Vandalismo

"Limpiar las pintadas puede dañar el Micalet"

Hay grafitis «tan antiguos como la torre», dice el Cabildo - «Los hay de típex, de rotulador, grabados o pintados con mechero... quitarlos es difícil porque acabamos comiéndonos la piedra»

Atajar el problema de las pintadas que degradan y afean las muros interiores de la torre gótica del Micalet, uno de los monumentos más visitados de la ciudad de Valencia, es complicado. Así lo aseguran al menos los responsables de la Catedral que expllican que algunos grafiti «son tan viejos como la torre».

«Antiguamente los visitantes dejaban su huella grabando en la piedra y ahora lo hacen escribiendo con [tinta correctora] típex, tuvimos una temporada horrible con esto, también los hacen con rotuladores o con mecheros y cerillas, que cuestan muchísimo de quitar». Así lo explica el responsable de Patrimonio del Cabildo de la Catedral, Jaime Sancho, quien ayer aseguró que «de cuando en cuando hacemos operaciones de limpieza, pero no podemos hacerlas continuamente». La Conselleria de Cultura debe dar el visto bueno cada vez que se hacen limpiezas y esto hace que la respuesta sea «más lenta» y, además, con la aplicación de productos o sistemas demasiado abrasivos para quitar las pintadas «nos comemos la piedra», apunta Sancho.

Vigilantes y concienciación

Hace años el cabildo ya tuvo que colocar telas metálicas en las ventanas del «Micalet» porque la gente se colaba por allí a la torre.

Para los responsables de la Catedral el problemas de las pintadas en el interior de la torre del Micalet «es relativamente grave». «Es sobretodo una cuestión estética». Y añaden que es algo que desafortunadamente «afecta a muchos monumentos». «Estamos en ello» y periodicamente «se hacen campañas de concienciación para que los visitantes respeten el patrimonio histórico». Además, añaden las fuentes del cabildo, «se ha incrementado la vigilancia». No obstante, el vigilante está en la cubierta de la torre. «No podemos tener a una persona vigilando los 300 metros de escalera de la torre».

Parece que los visitantes que se aventuran a llegar hasta lo alto de la torre, a través de una estrecha escalera de caracol con 207 peldaños, no pueden escapar a la tentación de dejar huella de la hazaña en las paredes del monumento. Para ello suelen aprovechar las paradas para recuperar el aliento que se hacen en algún tramo de la torre aprovechando la existencia de ventanas o al llegar a la parte más alta, cuyo techo está lleno de pintadas (normalmente nombres y apodos) escritos con el humo de cerillas y mecheros.

Los responsables de la catedral podrían optar por medidas extremas para salvaguardar la torre como requisar a los visitantes a la entrada del monumento boligrafos, tijeras, mecheros y demás objetos susceptibles de ser utilizados para escribir en la torre, si bien prefieren confiar en la eficacia a largo plazo de las campañas de concienciación, colocando letreros, para que los visitantes aprendan a respetar el monumento y la historia.

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