Cristina Acebes se siente desprotegida. Asegura que si la justicia unificara los casos que tiene abiertos, su situación se entenderían a la perfección. «Soy deudora a la fuerza. He trabajado toda mi vida. Me compré mi piso yo sola, igual que el bar. Caí enferma y decidí alquilarlo. Un error si tu propiedad cae en manos de un sinvergüenza. Me ha dejado en la ruina», explica la joven. Durante años ha estado sola. Escondiendo sus ojos tras unas gafas de sol. Avergonzada por su situación. Pero, casualidades de la vida, en Casa Caridad, donde come a diario, encontró su salvación de la mano de un nuevo amigo. Un hombre «humilde, culto y bueno» que la ayudó a ordenar su documentación y la animó a contra su historia. m. ros valencia
