La muralla islámica de Valencia, un potente muro defensivo que se empezó a construir en el siglo XI y estuvo en uso hasta 1356, aflora en varios solares y patios interiores de los barrios del Carmen, la Seu y el Mercat. En las calles Roteros, Palomino y en Borras o en la plaza del Ángel se pueden ver restos del muro defensivo así como algunos de los antiguos torreones, si bien su estado de conservación deja mucho que desear y en su mayor parte están degradados por la suciedad, la maleza y las pintadas.
Los restos del lienzo de la muralla se han recuperado en al menos diez puntos, integrándolos en galerías de arte, centros culturales, comercios, centros de estudios y hoteles. Sin embargo, el plan de recuperación integral del monumento, aprobado en 2003 por la Conselleria de Obras Públicas y el Ayuntamiento de Valencia tras un proceso de debate y consenso ciudadano, sigue aparcado en un cajón en espera de financiación y de voluntad política de desarrollarlo.
El plan de la muralla prevé liberar cien metros del lienzo defensivo para hacerlo visitable y la construcción de varios equipamientos vecinales. Sin embargo, su paralización ha condenado a la ruina y a la degradación a este valioso patrimonio histórico.
Los vecinos del Carmen han llevado a cabo actuaciones de mejora y dignificación del entorno de algunos de los solares con restos arqueológicos ante la inacción de las administraciones, sin embargo sigue urgiendo una intervención seria para dignificar el muro defensivo.
En Valencia se han hecho varias intervenciones de recuperación e integración de la muralla, una de las más destacadas la del Centro Octubre y también la del Fundación Florida State University en la calle Blanquerías, donde puede verse la muralla en toda su altura, si bien son actuaciones aisladas, inconexas y sin contextualizar. Una de las últimas actuaciones se llevó a cabo en el Palacio del Marqués de Caro, un nuevo hotel que ha hecho de las ruinas arqueológicas su principal reclamo.
