Tras salvar los 207 escalones del Micalet y llegar a la cima del que sigue siendo uno de los edificios más altos —y exigentes— de Ciutat Vella, turistas y vecinos, aunque más los segundos, se sorprendían. «¿Y esto? ¡Si parece que estemos en un zoo!», exclamaba una mujer al poco de llegar arriba, mientras recuperaba el aliento tras el ascenso.

Los turistas eran a los que menos llamaba la atención la valla. No en vano en otros grandes edificios de todo el mundo, como por ejemplo la misma Torre Eiffel en París, hay colocadas vallas de estas características. Para ellos es habitual meter las manos entre las rejas para señalar un punto en concreto o hacer una foto.

Pero eran los valencianos, acostumbrados a un Micalet diáfano donde nada ocultaba la vista en cientos de metros a la redonda y desde el que en días soleados, como ayer, se tenía una panorámica privilegiada de Valencia que llegaba hasta el puerto o la Ciutat de les Arts i les Ciències, a quienes menos les gustaba la valla.

«No, no, es horrible. Si parece que estemos en un zoo. No entiendo por qué tenemos que ver la ciudad a través de una reja», comentaba una pareja joven. No era, sin embargo, la única queja. En general, los vecinos de la ciudad que ayer se atrevieron a subir a lo más alto del Micalet se sorprendieron con la valla y la criticaron.

«Si llego a saber que está esto, no subo», decía otro hombre. Y es que desde la calle no es nada fácil vislumbrar la reja, inclinada hacia dentro en la parte superior para que parezca más pequeña —llega a los dos metros de altura—. Es esa inclinación, además, la que hace muy complicado verla desde la plaza de la Virgen. Además, es blanca, lo que permite ocultarla más a la vista.

«¿Por qué no metacrilato?»

No eran pocos, además, los vecinos que se preguntaban por qué el Cabildo Catedralicio no había instalado una mampara de metacrilato en lugar de la valla. La explicación que dan desde la Seu es que el metacrilato se ensucia más a menudo y tiene un mantenimiento más costoso.

Mientras los locales criticaban la valla, los turistas eran ajenos a la polémica suscitada por la reja. Sí lamentaron el mal aspecto del interior de la torre, llena de pintadas, manchas y cortes. Un grupo de italianos hacía fotos a varios de estos indeseados «grafitis» en la escalera de caracol, que forma parte, evidentemente, del conjunto BIC de la Catedral y la torre campanario.

Sin embargo, no todo eran quejas. Una madre joven, llamada Cristina, agradecía ayer «al Arzobispado» que hubiera instalado la verja blanca en la parte superior del pretil. «Cuando vengo con el nene, me da miedo que pueda subir o que se pueda caer o... qué sé yo. Así puedo enseñarle toda la ciudad sin miedo a que ocurra una desgracia», explicaba. Cabe destacar que las aberturas presentes en el petril, con intrincadas figuras, también están cubiertas por una reja para evitar que caigan objetos a la calle.