Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Y sin embargo me quedo

Hablemos de ellas

Hablemos de ellas

Esta semana ha sido la marcha contra la violencia machista, una lacra de este país. Me exaspera la falta de contundencia en este tema en el que todos tenemos una responsabilidad. Todos. Los números son estremecedores, pero detrás de cada número hay una mujer. También tiene responsabilidad la sociedad, esa manía tan arraigada de «los trapos sucios se lavan en casa» ha hecho y hace mucho daño. No señor, lo sucio se queda fuera, la casa tiene que estar limpia, el hogar es un refugio. Se tiene demasiado asumido el no meterse en los asuntos de los demás. Esas madres que dicen a sus hijas que aguanten que el matrimonio es así y luego les dicen la ropa que se tienen que poner o lo que tienen que hacer de comer. Esos vecinos que denuncian cuando el perro ladra por la noche pero hacen como que no oyen cuando los gritos pasan la barrera del respeto. Esos amigos que no paran de llamar para salir pero al segundo escándalo en público ya dejan de llamar.

Para concienciar sobre el tema no habría más que oír hablar a una mujer maltratada. Una mujer maltratada está aislada del mundo, no piensa con claridad, tiene tan interiorizada la vejación que se siente inferior, se siente culpable y siente miedo, mucho miedo. Miedo a lo que el maltratador pueda hacer a su familia si le deja, miedo a denunciarlo y que pueda vengarse, miedo a que su mundo, que a fuerza de golpes e insultos se ha convertido únicamente en el maltratador, desaparezca con él. Si, la sumisión hace que no exista nada más, que la mujer llegue a pensar «si lo dejo, ¿qué voy a hacer?». Una mente libre ve alternativas a todo, una mente encerrada no. Piensen en esos día duros en el trabajo, o en la vida, en los que llegas a casa con ganas de quitarte rápidamente los zapatos, prepararte algo calentito y sentarte en el sofá con tu pareja. Ese momento nunca lo tiene una mujer maltratada, su casa se convierte en un infierno, no tienen ese refugio, ese lugar donde esconderse del mundo ni una persona en la que apoyarse porque la única persona que existe para ellas es la que le pega. Es así de duro, pero es cierto. Sólo oímos hablar del maltrato cuando hay asesinatos, o en datos estadísticos. Al primer signo hay que pararlo, y tienen que ser las personas que están alrededor, los amigos, la familia, los vecinos. El maltratador no nace, se hace y se llega a convertir en asesino cuando no hay nadie que le pare los pies, cuando no hay un amigo que le dice «tío, no le hables así a tu chica que la vas a perder», o una madre que le dice «es tu mujer, no tu esclava». Lo que más me asusta de las estadísticas es que las edades cada vez son más bajas, acoso, maltrato, violencia, en apenas adolescentes. Precisamente en esa edad es cuando más contacto social hay, familia, compañeros, profesores, amigos, ¿quieres decir que de todo ese círculo no hay nadie que vea lo que está pasando y lo pare?. El problema no lo tiene la mujer maltratada, el problema lo tiene el maltratador, ella y nosotros tenemos la solución.

Compartir el artículo

stats