Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un día en la vida

Limpieza en las calles

El debate sobre el nivel de limpieza de la ciudad de València, o suciedad, según se mire, fue un tema político recurrente en la última legislatura. Lo cierto es que las quejas ciudadanas que llegaban mensualmente a la Comisión de Quejas y Sugerencias estaban mayoritariamente relacionadas con este tema, algo normal si tenemos en cuenta que es uno de los aspectos más visibles de una ciudad.

Durante muchos años, la anterior alcaldesa se vanagloriaba de decir que nuestra ciudad era de las más limpias de Europa, y que eso era debido a que la limpieza de la misma era una prioridad presupuestaria de su mandato. Más allá de que Barberá se comparaba siempre con otras ciudades y siempre salía ganando, lo cierto es que todo lo referido a cumplir con esta competencia municipal quedaba circunscrito a una cuestión presupuestaria, dejando de lado algo que, precisamente en muchos países europeos es lo primero: civismo urbano.

El hecho de que un ciudadano ensucie la calle de multitud de maneras, al igual que si también lo hace con el transporte público o en un parque, tiene mucho que ver con la ideología que durante cuatro décadas tuvo tanto arraigo y que hace referencia a que lo que es público no es de nadie, en contraposición a lo que desde la izquierda hemos defendido siempre y es que lo público es de todos y por eso se ha de conservar y cuidar de manera colectiva.

La llegada de la crisis desmontó el mito de la València limpia , arrojándonos a la cara una realidad en la que lo recortes presupuestarios evidenciaron que València era y es una ciudad sucia, y lo que es peor, con una mentalidad propicia a ello. Cuando los recortes, aparecieron por doquier, multitud de papeles en el suelo, cascaras de pipas, chicles, colillas (tema éste que daría para otro artículo) y sobretodo heces de perro; responsabilidad exclusiva de los dueños de los mismos, que por cierto, arruinan la imagen de aquellos otros que sí que cumplen con su obligación de recogerlas. La suciedad derivada de las necesidades de estos animales domésticos son la fotografía perfecta de la combinación entre falta de educación ciudadana y recortes neoliberales en limpieza.

Los recortes presupuestarios, como hemos venido denunciando desde EUPV y CCOO, han dejado una plantilla insuficiente, castigada por unas plazas de personal jubilado, que no se reponen. A ello hay que sumar más de tres expedientes temporales de extinción, cuyas consecuencias más visibles e inmediatas son el escaso baldeo (especialmente en los barrios periféricos) o que un peón de limpieza que antes tenía que abarcar unos 3.000 metros ahora deba de encargarse de 8.000 metros. Y todo ello, mientras las empresas que gestionan este servicio público mantienen su margen de beneficio.

Resolvamos pues un problema cívico y laboral a la vez, con una mayor concienciación ciudadana del problema de la limpieza, mientras el ayuntamiento vuelve a coger las riendas de la misma, remunicipalizando el servicio para garantizar así un mejor servicio. En definitiva, la utilidad de lo público por partida doble.

Compartir el artículo

stats