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Tres buscavidas

Tres buscavidas

Coincidieron en Las Palmas de Gran Canaria hace ya más de cuarenta años cuando hacían el servicio militar. Los tres habían elegido el destino más alejado de su casa, llevados por su afán de buscar nuevas aventuras. Conservar su amistad durante tantos años solo se consigue por el gusto que sienten al encontrarse, aunque sea muy de tanto en tanto. Dice la escritora valenciana Marisa Bou que amistad es una hermosa palabra que hay que pronunciar con respeto, alojándola, al hacerlo, en lo más profundo del corazón. Como les sucede sin duda también a Julián y Tomás, los protagonistas de la película Truman, una emotiva comedia intimista sobre la amistad, el amor y sobre todo, el enorme coraje que se necesita para aceptar la propia muerte.El valenciano fue policía naval, lo eligieron por su estatura y su tesón para cumplir con sus obligaciones hizo el resto. Siempre le ha gustado cultivar la amistad, recuerda a diario onomásticas y aniversarios sólo por tener una excusa para poder hablar con sus amigos. El asturiano siempre tuvo habilidad con los artilugios mecánicos, era radiotelegrafista, en el pequeño despacho desde el que mandaba los mensajes hablaban de sus cosas. Siempre ha tenido un fuerte sentido de la justicia social y tres pasiones: su hija, su mujer y la montaña.El tercero, nacido en Tánger, siempre ha sido un ciudadano del mundo. Durante la mili estuvo destinado a un buque aljibe que llevaba agua dónde hiciera falta, a otras islas u otros barcos. En la vida ha tenido que hacer de todo para sobrevivir, pero nunca ha dejado de ser un auténtico inconformista.Los tres han demostrado ser audaces y valientes, unos buscavidas. Ya entonces eran capaces de todo por vivir aventuras que poder contar. Sin un duro en los bolsillos, cuando cobraban su paga a menudo la debían íntegra en la cantina, allí el crédito era moneda de uso corriente. No sentían reparo alguno en ponerse a descargar barcos cargados de sepia para ganar algo más de dinero, aunque sabían a ciencia cierta que el potente olor a pescado que luego desprenderían les iba a espantar a las chicas. Por cinco pesetas, cuando las tenían, disfrutaban de un enorme plato de arroz a la cubana y una cerveza en Casa Julio junto al arsenal. A su manera, eran felices.Ahora, ya jubilados, se reúnen de tanto en tanto para verse y recordar viejos tiempos. Su vida no ha sido fácil pero han sabido salir adelante. Les gusta la historia, la música, comer bien y discutir de política. Están de vuelta de casi todo, pero siguen siendo de izquierdas .Los tres, quizás sin saberlo, practican eso del envejecimiento activo. Uno devora libros de historia cuando no está esquiando o escalando picos en cualquier lugar del mundo. El otro estudia solfeo y viaja, a pesar de su limitada movilidad, todo cuanto puede. El tercero se dedica ahora a la jardinería, con permiso del cierzo que se empeña en derribar sus macetas y plantas. Recientemente se han citado en Zaragoza y han disfrutado de un estupendo fin de semana lleno de recuerdos y anécdotas. Afortunado quien tiene buenos amigos y los sabe disfrutar, pues como dice Neruda: «Tienes una amistad para toda la vida, ya que una amistad eterna no tiene fin».

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