Todos quieren feria, pero nadie la quiere junto a su casa por los molestos ruidos que ocasiona día y noche. Por ello, la Fira de Nadal desde su aparición en la historia de la ciudad vive un calvario itinerante, que le ha hecho deambular por los sitios más dispares, periféricos y antagónicos de la urbe. La tradición ferial en nuestra tierra se remonta al siglo XIII, unas ferias era comerciales, otras festivas y por lo general híbridas, coincidiendo con las fiestas religiosas más importantes. De la actual de Navidad tenemos testimonios que se remonta al menos a principios del siglo XIX tal y como la conocemos ahora.

Fue siempre una feria de entretenimiento y ocio infantil, aunque aprovechaba y surtía a los padres de elementos para el hogar y para las fiestas navideñas, entre ellos juguetes. Los feriantes sacaban pingües beneficios, pues a la convocatoria acudían los pequeños con dinero fresco, humilde, pero fresco, puro cash, procedente de las «estrenas» de padres, padrinos, abuelos y tíos.

Los juguetes a la venta estaban años luz de las nuevas tecnologías, pero hacían las delicias y desarrollaban la imaginación de niños y niñas: tambores, bombos, caballos de cartón, trenecitos, coches de madera, muñecas, cocinitas, lápices, colorines,? En los barracones y atracciones se ofrecía diversiones que encandilaban y asombraban a pequeños y mayores. En los tenderetes, profusión de canyamel , castanyes torrades, pomes de caramel, algodones de azúcar, almendras garrapiñadas, llepolies, cocos, frutos secos, buñuelos y chocolate, simbombes, carrancs, senserros?

Lo habitual es que para la Purísima (8 de diciembre) estuviera toda la Feria instalada y desarrollara su actividad hasta la Candelaria (2 de febrero). Los días fuertes eran los tres de Navidad, sobre todo el tercero, cuando los nanos habían hecho caja en sus familias y pedían a gritos ir divertirse al deslumbrante, llamativo y variado complejo ferial. Este curioso parque de atracciones de Navidad tuvo varios emplazamientos, fue de Herodes a Pilato, porque siempre había vecindad que se quejaba de su ruidosa actividad y trajín de gente, convertint en infern aquells carrers, que alteraba la vida de la zona donde se colocaba. Fue y sigue siendo una Feria «in itinere», errante, peregrina. El Ayuntamiento cada año la mandaba donde podía, alejándola del casco urbano, colocándola donde menos vecinos pudieran quejarse.

Que se sepa, comenzó a ocupar los terrenos del hoy Parterre, por entonces plaza de la Aduana, por así llamarse el edificio del hoy Palacio de Justicia. El año que derribaron parte del convento de san Francisco — hoy plaza del Ayuntamiento— aprovecharon los munícipes para asignarles el solar resultante a los feriantes, lo que les vino de perillas, pues estaban a los pies de la estación del Norte y quienes llegaban desde los pueblos se daban de bruces con sus instalaciones. De este tiempo, parte de la Feria se escindió y se situó en los alrededores de la Catedral, conformando una mezcla de la del porrat i la escuraeta. Otros años estuvo en descampados que había tras la plaza de Toros.

Al Paseo de la Alameda

No sería hasta el año 1944 cuando se dispuso que la Feria ocupara el paseo de la Alameda, tramo comprendido entre los cuarteles y Viveros, la misma que albergaba la Feria de Julio. Estuvo allí varios, bastantes años, hasta que los vecinos hartos de tanto follón sobre todo nocturno lograron echársela de encima.

De aquí pasó a la avenida de la Plata y tras varios años de nuevo la vecindad se quejó y la Feria acabó en el viejo cauce del río Turia, zona de Campanar y el hoy Parque de Cabecera. Descentrada y alejada por aquel entonces de la ciudad ahora fueron los feriantes los que protestaron, siendo enviada al viejo cauce tramo de Jacinto Benavente y cerca del Camino de las Moreras.

Su efímera vida anual, como la de los circos, deambula apátrida de solar en solar por Valencia y últimamente por la zona marítima del Puerto, hasta que haya nuevas presiones vecinales en su contra o sea construido un Parque temático de Atracciones. O los críos ensimismados en los aparatos electrónicos de juegos en sus casas ya no sientan la seducción de anar a la Fira.