No fue el mayor espectáculo de la historia. Pere Fuset aseguró al acabar que «me gusta como ha ido todo, pero soy exigente y hay que mejorarlo el año próximo. Habrá más música, más animación, más caramelos y más carrozas». Pero tampoco fue un desfile ateo y comunista despojado de religiosidad. Que la cabalgata de los Reyes Magos no ha sido nunca un novenario, pero que siempre ha tenido un cierto toque espiritual. La de ayer tuvo todos los elementos exigibles. Tuvo a Herodes, al que al final no pegaron, pero sí que le abuchearon. Tuvo a San José, niño en brazos que parecía que la baja maternal la había cogido él. Había un ángel pidiendo paz en la tierra y la banda municipal entró en la plaza entonando el «Campana sobre Campana». Pero es que, además, cuando llegaron los efectos de fuego, la actriz Carme Juan explicó por megafonía que «así de malvado era el mundo antes de la llegada de Jesús». Y por si fuera poco, el pasaje de la estrella fue narrado con un fragmento del Evangelio según San Mateo a un público que, a este paso, casi se convirtió en feligresía.

Dicho de otra forma, aún con elementos ornamentales inusuales (Herodes en bicicleta), el componente bíblico no faltó para nada en la cabalgata y los temores y las críticas quedaron para otra ocasión. Fue, pues, una cabalgata normal, técnicamente irreprochable. Eso sí, rápida, sin parones y entretenida. No hubo tiempo para aburrirse. Si se le quiere poner algún pero se puede decir que la idea de bajar el tamaño de las carrozas de los reyes, para que las vieran mejor los niños, les hizo perder solemnidad. Y que, ausente la adoración, a la llegada de las majestades le faltó un cierto componente de apoteósis.

«Aquella estrella» en directo

No faltaron las anécdotas. Desde el vestuario de la fallera mayor, Alicia Moreno, y su corte de honor, que acudieron todas ataviadas con sombreros y parecían sacadas de una serie de Adriana Ugarte (las infantiles no les anduvieron muy lejos) o que el cartero real pareciera más de la Corte de Faraón. La canción «Aquella estrella de allá» que se marcó en directo Carme Juan sin desmerecer el original de Gisela. Arturo Valls se lo pasó en grande en la carroza de la marca comercial de la que es imagen y las falleras mayores y cortes de 2015 lucieron vestidas de princesas. O la implicación del rey Baltasar, que se fue a saludar hasta el último extremo de las vallas. También dio la sensación de que había muchos menos «amigos» en zonas privilegiadas. De hecho, se recortaron mucho las gradas destinadas a compromisos y en la de enfrente se veía mucho colectivo social.

Los reyes subieron al balcón y a Baltasar se le subió más arriba que a ninguno. Una vez allí, Melchor habló en valenciano. Pero el rey Gaspar, éste en castellano, es el que más sorprendió porque, aparte de pedir «paz y libertad» y esperar no tener que recibir tantas cartas de niños pidiendo trabajo para sus padres, aseguró que «aún falta natalidad en este país», como si su majestad tuviera relación con el mundo de la pediatría. Baltasar fue bilingüe y tras recordar que llevaban 2016 años viniendo a esta ciudad, le lanzó una última advertencia a los niños: «no la fastidiéis en lo que queda de noche».

Pere Fuset apuntó que «hay partes en la cabalgata de las empresas que hay que mejorarla. No pueden venir con lo que vienen». No hubo animales vivos, que fueron sustituidos por algunos, pocos, figurantes. Aseguraba el concejal que le habían contado que «algunos animales, como las ocas, llamaban mucho la atención, pero no están hechos para desfilar. Como que, según me han dicho, salían cien pero volvían noventa y cinco». Seguramente, no es la mejor cabalgata de la Comunitat Valenciana, pero la de ayer cumplió el objetivo de hacer volar la imaginación.