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Olvido histórico

Un monasterio de la Roqueta maltratado

El canónigo Castell Maiques y el filólogo, historiador y escritor Sanchis Guarner ya evitaron en 1973 el derribo del histórico edificio, donde iban a construirse viviendas

Un monasterio de la Roqueta maltratado

El equipo de gobierno de Rita Barberá no pasó de apuntalar el monasterio de la Roqueta para que no se derrumbara en el cuarto de siglo que estuvó al frente del Ayuntamiento de Valencia. El cenobio e iglesia se levantan sobre el primigenio martiryum donde fue enterrado el diácono mártir, junto a la Vía Augusta. Desde el siglo IV, aquella primitiva y sencilla capilla se convertiría en centro receptor de peregrinaciones procedentes de toda Europa, especialmente en la época medieval, atraídos todos por la fuerza del testimonio de Vicente en su martirio.

Con el tiempo y la tradicional desidia de este pueblo devendría en el desangelado, lúgubre y ruinoso complejo que es ahora. En palabras del canónigo historiador Vicente Castell Maiques, la de la Roqueta es la Ecclesia mater de Valencia, donde hasta en la época de férrea dominación musulmana se conservó el culto católico en el que participaban los mozárabes de la ciudad, isla que conservó sus ritos, costumbres y habla.

Varias han sido las causas de su ruindad, además de las de omisión, han estado presentes las de la acción, como la de la Desamortización en 1837, que tanto daño hizo al patrimonio histórico-artístico que cuidaban y conservaban las órdenes religiosas.

En este momento fue cuando el sarcófago de san Vicente mártir (siglo IV), vacío, fue sacado de lugar y llevado a la Ciudadela, desde donde pasó al Museo de Bellas Artes, donde, por fortuna, se conserva. En el mismo está grabada la primera representación eucarística de la Historia de la Iglesia de Valencia. De los restos de san Vicente mártir en él enterrados, ni se sabe. Dos leyendas distintas los sitúan en Castres (Francia) y en Lisboa (Portugal) a donde se cuenta fueron llevados para evitar que el radicalismo islámico de entonces los hiciera desaparecer.

En el Museo de Bellas Artes de Berna (Suiza) pude contemplar una sala con varios tapices flamencos dedicados al martirio del santo con textos latinos explicativos y su sepultura en Castres. Nunca creyó tales teorías el canónigo Castell, quien murió convencido de que el cuerpo del joven diácono mártir está enterrado en La Roqueta, donde lo ocultarían en lugar distinto a su enclave por el temor aludido.

Un brazo del mártir

Del mártir tenemos un brazo en la Catedral, según una piadosa tradición, que nos llegó a finales de la década de los años 70 pasados, procedente de Padua, Italia. Una donación de un médico en la que tuvo mucho que ver mosén Castell. Se cuenta que el obispo de Valencia Teodovildo viajó a Tierra Santa y se llevó consigo para que le protegiera la reliquia del brazo de San Vicente de su tumba de La Roqueta, pero el obispo enfermó en Bari. Esperando su muerte, el obispo confió la custodia de la reliquia al arzobispo de Bari para dejarla en la Basílica de San Nicolás. Al final, de Padua ha vuelto a Valencia. Conquistada Valencia, Jaime I dio el lugar martirial a los cistercienses, que construyeron un hospital y una hospedería en las inmediaciones. En 1338, primer centenario de la reconquista, el Consell de la Ciutat estableció que todo los años la Real Senyera fuera portada en procesión a La Roqueta el 9 de octubre.

El conjunto entró en declive a partir del siglo XVI. Durante la Guerra de la Independencia, los franceses tomaron el cenobio como acuartelamiento de apoyo al sitio de la ciudad. En 1837, el Ayuntamiento autorizó que el recinto, sobre todo la iglesia, fuera cercenado para ampliar la carretera real de Madrid. En 1936, el convento e iglesia de nuevo sufrieron daños e incendio.

En 1973, las religiosas que ocupaban el convento lo vendieron, comprándolo un particular para levantar bloques de viviendas. El canónigo Castell y Manuel Sanchis Guarner movilizaron la opinión pública para impedir el derribo de La Roqueta. Y el Ayuntamiento franquista revocó la licencia de derribo que ya había concedido.

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