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Objetos perdidos

Objetos perdidos

El anuncio de que en La2 exhibían «Misión blanca» la alteró. La había visto decenas de veces y podía recitar todas las escenas en que salía tita Elva. Buscó en todos los cajones, abrió todas las cajas que acumulan objetos inútiles y preguntó a su madre, pero el chal no apareció. Elva Betancourt entró como un ciclón en la familia alterando el orden establecido. Artista, piel oscura, antecedentes laborales en el Molino de Barcelona, guapa a rabiar, amiga de actores e intelectuales. Su vida daba para un libro, y ella, su sobrina, había perdido el único recuerdo que le dejó.

Perdemos tantas cosas diariamente que el profesor Michael Salomon ha escrito un libro para ayudarnos a encontrarlas, «How to find lost objects». Llaves, móvil, agenda, cartera, reloj, pulseras, pendientes, recibos, muletas, dentaduras. Cualquier cosa es susceptible de perderse. Cada uno de nosotros pierde, de media, nueve objetos al día, invirtiendo un cuarto de hora en recuperarlos. Sostiene que la clave para recuperarlos está en el cerebro y da unas pautas para ello. Si se le hace caso, se repara pronto, un suponer, en que las gafas se quedaron dentro de la nevera cuando se fue a buscar agua.

Con libro o sin libro la gente pierde cosas, muchísimas cosas. La mayoría se encuentran, otras no. ¿Cuántas veces no hemos esbozado una desolada mueca al detectar una rebeca infantil o un zapatito, de suela impoluta, apoyados sobre el capó de un coche?

Vivir es empezar a perder. Se pierde tanto que nuestro ayuntamiento tiene una oficina dedicada a velar por los objetos perdidos. Hace muchos años estaba en Guillem de Castro, ahora está cerca de la Avenida del Cid. Varias personas trabajan allí. Clasifican, ordenan, relacionan y guardan, durante largos periodos de tiempo, unos ocho mil objetos cada año. La mayoría viene de las oficinas, también de objetos perdidos, de EMT, Radio taxi, Metrovalencia, aeropuerto o FGV.

En tiempos de transparencia «gorda», en que se gasta tiempo y dinero en difundir datos que poco interesan, como los movimientos de cuentas de las administraciones públicas, las agendas de altos cargos o los desplazamientos urbanos de un alcalde, se echa en falta algo de transparencia «chica», de esa que sugiere algo útil. ¿Qué objetos entran en la oficina de objetos perdidos, cuáles se mantienen allí, cuáles se entregan a sus propietarios, cuáles han dejado pasar el plazo para ser recuperados y se regalan, subastan o reciclan?. La web del ayuntamiento se limita a decir que la oficina está en la calle Santa Cruz de Tenerife, el teléfono, el mail, y que el horario de atención al público es de 8 a 20, excepto en agosto en que solo hay horario de mañana. Siempre nos ocultan lo más interesante.

Hace unos días Twitter celebró su décimo aniversario. Sigue a ocho o diez personas que le interesan especialmente y todas las noches lee sus tweets para intentar saber más de ellas. Ese día perdió a una de ellas. @JohnCarlin5 tuiteó, en inglés y castellano: «El décimo aniversario de Twitter parece un buen momento para dejarlo. Gracias a todos, buenas noches y buena suerte». Envidió su valentía. Lo había perdido y lo lamentaba, pero se alegraba por él. Había derrotado al bicho que roba minutos, al ladrón de tranquilidad, al pertubador de vidas.

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