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Fin de una época

Esta semana dos jueces a la vez exponían al Tribunal Supremo una serie de hechos presuntamente delictivos, en los que estaría involucrada la exalcaldesa de València. Los hechos por los que va a ser investigada Rita Barberá están relacionados con el presunto blanqueo de capitales, por el que ya se ha imputado a la practica totalidad del actual grupo municipal del PP, asunto que podría derivar en otro delito de financiación ilegal del partido, y con el incumplimiento reiterado de la Ley de la Memoria Histórica a la hora de acelerar la retirada de símbolos franquistas de la ciudad de València en el ámbito competencial del ayuntamiento.

No es la primera vez que Rita Barberá se encuentra a las puertas de estar imputada. De hecho, la primera vez a la que se enfrentó a esta situación fue no hace siquiera un año, cuando la Fiscalía Provincial de València admitió a trámite la denuncia que el Grupo Municipal de Esquerra Unida interpuso por vía penal por prevaricación al denegar la concesión de licencias de actividad económica y de reforma en el barrio del Cabanyal desde 2010. Desde EUPV aportamos como pruebas la Orden del Ministerio, el Informe de la abogacía del Estado y dos sentencias de 2012, una del Tribunal Supremo y otra de la Audiencia Nacional. La Fiscalía inició las diligencias para designar al fiscal instructor, y aunque al final el proceso no siguió adelante, demostró que nadie puede ser intocable en un Estado de Derecho si existen indicios de que se ha podido vulnerar la Ley.

Por eso, la imagen de la exalcaldesa de València compareciendo como testigo en la Audiencia de Palma en el juicio del caso Noos, era la foto del fin de una época. Una época en la que se hace imprescindible recordar que much@s participaron y apoyaron lo que hacía el PP, o simplemente miraban hacía otro lado. Porque quien comparecía ante el Tribunal que juzga el caso Noos era físicamente Rita Barberá, eso es así, pero en su persona estaba representada todo un modelo social clasista urbano de beneficio económico rápido para los de siempre, donde el dinero fluía rápido y sin limites de las arcas públicas a manos privadas. Aquella locura que se llamó grandes eventos, como el de la Copa América, génesis del escándalo del caso Noos y sus jornadas Valencia Summit, costaron al erario público cerca de 1200 millones de euros, y no sólo nos dejó una deuda de más de 400 millones de euros, sino que restó recursos imprescindibles para hacer frente a una tasa de paro, que pocos años después se disparó a un 25% de media en la ciudad.

A la sociedad valenciana nos compete hacer un proceso paralelo al de la justicia, pero no para sustituirla, sino para conjurarnos en que nunca más se vuelvan a practicar políticas de despilfarro económico. Para que el fin de esa oscura época sea real y no tengamos que recordar a Gramsci cuando afirmaba que «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».

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