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Cuando una amiga se va

Cuando una amiga se va

Sabíamos que la batalla iba a ser dura, pero confiábamos en que ella nunca dejaría sus brazos caídos frente a la enfermedad y así lo hizo hasta el último día.

Esa presencia constante, ese ir hacia delante a pesar de todo nos hizo creer que la situación estaba superada, pero el zarpazo de la noticia nos dejó noqueados. La confusión y la incredulidad no daban cabida a la realidad. Al fin y al cabo, su perfil marcaba el último retuit sólo quince horas antes de recibir la noticia. Finalmente, todo confirmado. Mercedes se había ido. Entonces los recuerdos se agolparon: nuestros primeros pasos en la política, las risas, la ilusión que compartimos en la sede cuando éramos de Nuevas Generaciones... Mercedes tenía algo especial, esa humildad que hace a la gente tan grande.

Desde la entrada al Ayuntamiento en Tabacalera su sonrisa recibía a los cientos de personas que cada día pasaban por ese edificio. Cuántas mañanas compartíamos unos minutos de conversación para dar un repaso a la situación del partido, de la ciudad y de nuestras vidas. Recuerdo aquel día en el que me comentó su preocupación por unas pruebas que no habían salido del todo bien. Era un golpe, sí, pero ella era fuerte.

Siempre que se habla de un partido de la envergadura del Partido Popular, vienen a nuestra mente nombres y caras conocidas. Personajes que están en la cumbre, en lo más alto. Mujeres y hombres que son la parte visible de una gran estructura. Pero un partido es una pirámide que requiere de una base fuerte, consistente. Necesita una plataforma bien cimentada que no se deje afectar por vendavales ni goteras. Y es ese el sustento de lo que luego se ve. Una amalgama de personas fieles a una ideología que no se dejan arrastrar por fuertes que sean las corrientes. que siempre están ahí, donde el trabajo es más difícil.

Así era Mercedes. Una pieza fundamental en nuestro partido, indispensable y anónima por decisión propia. Nunca quiso subir a la cúspide, que bien podía hacerlo. Le motivaba el trabajo de campo, el cara a car con sus vecinos, con su gente. Ahí era donde ella quería ser indispensable y ahí es donde lo fue. Tenía un gran ejemplo, su madre, Lucía Esteban, Luchi. Todo un nombre en el distrito de Abastos y en el Partido Popular de nuestra ciudad. Una mujer que siempre ha estado ahí. Que, como su hija, han sido las primeras en presentarse voluntarias para interventoras en una mesa electoral, dispuestas tanto para asistir a un mitin como para repartir papeletas en el barrio. Que recogían las quejas, las peticiones, las propuestas de la calle para trasladarlas al partido o a los que, en su momento, ocupaban un cargo público.

Por esperada que sea, cuánto cuesta aceptar la muerte, la separación, la ausencia. El viernes, Mercedes hizo su última convocatoria y allí estábamos todos. Yo quería llegar para romper a llorar y dejar correr la angustia que, desde el miércoles por la noche, oprimía mi garganta. Pero me llegó un último mensaje: nada de lágrimas. y así lo hizo, Mercedes, porque era lo que tú querías. Mis lágrimas se quedaron conmigo y, haciendo un gran esfuerzo para evitarlas, experimenté ese vacío que se siente «cuando una amiga se va».

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