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Y sin embargo me quedo

Frikis y frikis

Frikis y frikis

Esta semana se celebró el día del Orgullo Friki. Y no me refiero al cardenal Cañizares y su Imperio Gay. Él seguro que en vez de imaginarse el de Star Wars o el de Asimov se imaginaba un impero en el que existía un emperador gay que mandaba sobre todos. Debajo una corte de gays se dedicaba a adoctrinar a nuevos miembros, se reunirían un día a la semana para hacer sus cosas gays. Para que todos siguieran sus dictados seguro que hasta escribían un libro que enseñarían en los colegios. Hasta seguro que se imaginaba que tenían un logo, algo sencillo y muy reconocible. Acabarían abriendo sucursales en todos los pueblos y ciudades. Y al final después de muchos años lo desvirtuarían todo incluso contradiciendo al gran emperador gay. Ese sería más o menos el que él se imaginaría.

Pero no era de esos frikis de los que quería hablar, tampoco de los que enarbolan la palabra libertad para defender una causa que puede ayudar a todo menos a ser libres. O a los que hacen pintadas amenazantes en un barrio que quiere resurgir. No, me refiero a los otros, a los de verdad. No sé cómo no nos dimos cuenta y se hicieron con el mundo. En realidad nunca se escondieron, a todo el que, superando barreras, se atrevía a verlos como seres humanos y preguntar su objetivo, se les daba la misma respuesta: queremos dominar el mundo. Teníamos que haber caído, estaban por todas partes, eran tu primo el informático, tu vecino el de las camisetas raras, el hermano de tu amiga que tenía la habitación llena de figuritas, los de esa tienda en la que se pasaban la tarde jugando. Esa si que ha sido la revolución silenciosa. En un momento dado tomaron el control. Ahora dirigen películas de Hollywood, hacen series, asesoran a grandes compañías, crean sistemas de ciencia ficción. Ahora todos dependemos de ellos.

Eran el último mono, los que arreglaban los ordenadores apagando y encendiendo, ahora son ellos los que nos podrían apagar a todos. Pero si he de confesar la verdad yo lo prefiero, los frikis son los mejores para manejar el mundo, empezando porque su nivel cultural es bastante más alto que el de la media. Leen, leen mucho y no solo de lo que les interesa, en realidad de todo porque todo está conectado. Los superhéroes les han enseñado a defender siempre al más débil. A acudir cuando se les llama. No son fáciles de engañar, tienen argumentos científicos para todo y saben distinguir perfectamente la ciencia de la creencia y, aunque parezca que viven en otro mundo, distinguen perfectamente la realidad de la ficción. Aunque parece que no les gusta mucho la gente son los que más se relacionan y los que más se preocupan por todos. Saben de tecnología, están a la última, incluso la inventan, pero la utilizan para mejorar la calidad de vida, en su cabeza imaginan esos avances dando forma a una sociedad tecnificada dedicada a pensar, jugar y desarrollar la parte creativa de las personas. Saben de todo antes que cualquiera, por los cómics sabían que se iba a inventar la nanotecnología, sabían antes que nadie lo era el bigdata porque leían a Asimov. Así que si tienen uno cerca felicítenlo y sepan que puede aportar a su vida mucho más que arreglarle el ordenador. Valen más que los otros.

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