En nuestros años escolares aprendimos en libros de muy diferentes editoriales: Ezequiel Solana, Edelvives, FTD; pero al correr los cursos han ido saliendo nuevos proyectos, y ahora tenemos delante un libro que recoge una curiosa aportación valenciana al estudio escolar. Nos referimos a un ciudadano, Ramón Rubio, que si bien nació en 1924 en Tarragona, muy niño se trasladó ya con su familia a Geldo, un pueblo contiguo a Segorbe, donde arrancó su vocación enseñante que ha culminado con los cuadernos que llevan su apellido.

Todo empezó cuando este personaje, trasladado a Valencia donde tuvo un empleo en la banca, tenía en su intención la enseñanza, y montó una academia en la calle Martí. Era la década de los años cincuenta del pasado siglo. Y en este centro pensó que perdía mucho tiempo escribiendo textos y cuentas de matemáticas en la pizarra, por lo que pensó que sería útil escribirlo y facilitarlo así a los alumnos.

Abarcó muy diferentes aspectos de la enseñanza. Aquellos cuadernos que en Valencia inició Ramón Rubio, y que hoy están generalizados con su apellido, abarcaban todos los métodos de la enseñanza escolar, desde la caligrafía a las matemáticas, pasando por la redacción y el dibujo.

De aquella vivienda en la calle de Pedro III el Grande pasó a un piso contiguo, donde comenzó a redactar y crear sus hoy ya famosos -y populares- «Cuadernos», que al principio, con algunos familiares y en su «utilitario» de los años cincuenta y sesenta, iba repartiendo por colegios y academias de la Región Valenciana.

Es -y era- curioso el contenido de estos cuadernos. De «Mi mamá me mima» pasó a otros textos, a la aritmética, al dibujo, a la caligrafía, y muy oportuna fue su intervención cuando vio a los chiquillos tomar la pluma mojada en el tintero y ya les propuso „era el tiempo„ de pasar al bolígrafo que había inventado años antes el húngaro Ladislao Biros.

Lo que los maestros nos fueron enseñando a los niños de todas las épocas Ramón Rubio lo plasmó en sus cuadernos valencianos, que hoy tienen carta de naturaleza en la infancia española, pero especialmente en nuestra zona, que es donde este enseñante espontáneo llevó a cabo una creación espontánea pero que «caló» muy bien entre la infancia y la primera juventud.

Celebremos, pues, que Valencia haya sido la cuna de esta creación docente impresa, cuya historia resumida ha aparecido hace poco tiempo en un libro escrito por su hijo Enrique y editado por Espasa con una gran riqueza de páginas que reproducen textos y grabados de los ya famosos «Cuadernos».