Una de las más importantes consecuencias de la islamización de las costas norteafricanas a partir del siglo VIII fue la progresiva paralización de la navegación comercial en el Mediterráneo por parte de las incipientes naciones que se iban formando con los restos del desaparecido Imperio Romano de Occidente.Ello generó una fuerte contracción en la economía occidental así como un profundo ensimismamiento de su cultura, propiciando a la vez un movimiento defensivo ante una constante guerra de baja intensidad en las costas mediterráneas peninsulares. La frontera marítima no era pues un lugar seguro para todo aquel que la ocupara. Así, y ciñéndonos ahora exclusivamente al litoral valenciano, durante la época de dominio musulmán, contó con una rápita en una zona próxima al Grao destinada a vigilar y defender esa porción de costa. Jaime I hizo lo propio cuando ordenó en 1277 levantar una torre con la misma finalidad.

Fue, sin embargo en el siglo XVI cuando Felipe II, ante la inquietante expansión del Imperio Otomano y la posible presencia de sus naves en las costas españolas, ordena blindarlas con una cadena de torres de vigilancia y defensa, dotadas, algunas de ellas, de artillería. El mantenimiento y mejora de dichas fortificaciones duraría dos siglos más debido a la constante presión de la piratería y el corso norteafricano, en espectacular aumento a partir de la expulsión de los moriscos en 1609, hasta que, en virtud del tratado de paz hispano-argelino de 1786, las poblaciones costeras mediterráneas comenzaron a vivir sin sobresaltos, constituyendo el punto de partida del florecimiento de la villa del Grao y de los vecinos poblados del Canyamelar, Cabanyal y Cap de França, siendo ya menos necesaria la presencia de las seculares torres vigía valencianas. Es dentro de dicha estructura defensiva donde encontramos el Baluarte del Grao, fortín situado en la playa de Valencia, mencionado por primera vez en 1531, cuando «fon provehit que per custòdia del Guerau fos fet un baluart per a» (J.V. Boira «Las torres del litoral valenciano», Valencia 2007, p. 164).

Nadie mejor que Juan de Acuña, ingeniero y militar al servicio de Felipe II, para describirnos el baluarte del Grao a través del informe que en 1585 le envió al monarca: «El grao está de la ciudad de Valencia un quarto de legua junto a la playa de la mar, la qual es muy descubierta, y llana y arenosa por todas partes, vienen a esta parte del grao cantidad de navíos grandes y pequeños cargados de vituallas y mercaderías de Italia y Francia, y las islas, aunque la playa es peligrosa tiene a la orilla que entra en la mar una puente de madera como de ciento veinte pasos, que es descargadero. Ay (sic) huertas€ las ataraçanas que ahora sirven de meter el trigo que viene por la mar a la ciudad de Valencia; toda la campaña alrededor del dicho lugar es muy llana y muy cultivada, y con mucha arboleda. Junto al dicho lugar hacia la mar está hecho un baluarte y plataforma con unos cubos redondos. A las dos esquinas y hazia la parte del lugar en el dicho baluarte se levanta una torre en que se hacen las señas de los fuegos€ es [hay] un cobertizo donde se recogen de noche y quando llueve los que hacen guarda. En la dicha plataforma ay un cañón de batir y dos culebrinas grandes, y una mediana, y dos pieças de hierro muy viejas con servidores; y tienen para ellas dozientas pelotas de hierro y ciento de piedra, y como quatro arrobas de pólvora, y un poco de cuerda. Toda la artillería y municiones son del general de Valencia€ A este baluarte es costumbre venir cada noche quareinta (sic) vezinos de la ciudad de Valencia a hazer guarda por su tanda y de dia bolverse (sic) , y en tiempo de necesidad se imbía (sic) más gente como lo hordena (sic) el virrey, y desde que en el dicho reyno ay bandera de infantería todo el tiempo que residen en él el virrey a (sic) relevado a los dichos vezinos de dicha guarda, y ha tenido siempre en el dicho baluarte para guarda del (sic) una esquadra de los dichos soldados, para el servicio de la artillería del dicho baluarte ay siempre en él un artillero que paga la ciudad de Valencia, y en el dicho lugar del grao residen dos atajadores de a cavallo (sic)€» (op. cit. , p.246) .Su emplazamiento estuvo en la entrada del puerto, aproximadamente donde hoy se halla un elevado monumento. Este pétreo centinela del Grao fue vendido a un particular en 1850 y demolido en 1855.