O todos se habían venido al centro o en Valencia hay más personas en julio de lo que se piensa. El caso es que, entre ciudadanos, gente que se vino de las poblaciones y turistas y otros seres inesperados „callejeaban los futbolistas de Estados Unidos que participan en el Cotif, cantarines con su ropa roja„. El caso es que la ciudad estaba abarrotada de torres hacia adentro. No cabía un alfiler, lo que demuestra que la Gran Nit de Juliol es una buena idea y que puede crecer y convertirse en un evento muy interesante, que sigue creciendo desde que se parió hace unos años. Se juega con la ventaja de que, materia prima, personas, hay. Y que hay numerosos cantantes como locos por exhibirse en público. A eso se le pone un poco de imaginación, unos cuantos equipos de sonido sin grandes pretensiones y quedan imágenes como las de ayer: dos señores tocando la guitarra y cantando con las figuras del Corpus como mudos testigos de tamaño contraste. Mientras, la otra puerta, la museística, quedaba abierta hasta las dos de la madrugada, como muchas otras de la ciudad. Antes, los campaneros habían roto la tarde con sus sonidos centenarios, recuperando un concierto que se borró del programa hacía noventa años. Una pequeña cabalgata tuvo público casi por inercia, pero por la calle de la Paz no cabía un alfiler mientras los figurantes hacían el gamberro, con la enorme suerte de que el calor quiso ser clemente. Los dueños de los bares no daban abasto „la suerte de estar en el centro„ y la gente no tuvo prisa alguna por marcharse. Y no eran todos, porque otros vivían en otro mundo con el concierto Rototom de Viveros y otra multitud se quedaba en el de Los 40 Principales. Las fallas, a lo suyo: eligiendo las últimas candidatas al sueño de la corte. Una noche para quedarse y esperar la siguiente.