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Dones de cadira

Dones de cadira

Aprincipios del siglo XIV el rey Jaime II prohibió que las mujeres públicas ejercieran la prostitución en las calles. Mucho hombre joven sin esposa, y demasiados casos de violencia contra mujeres honradas, obligaron a transigir con la prostitución que tuvo que ser considerada «un mal necesario». Para evitar que dieran mal ejemplo en las calles, se trasladaron las prostitutas a un arrabal conocido como La Pobla de Bernat de Vila situado fuera de las murallas musulmanas. Durante el reinado de Pedro el Ceremonioso, cuando las hostilidades entre Aragón y Castilla fueron en aumento, para poder defenderse mejor, se ordenó levantar una nueva muralla. El lupanar quedó dentro del recinto amurallado. La piadosa reina Doña María ordenó que se construyera una tapia que aislara el burdel del centro de la ciudad. La Pobla de les Fembres Pecadrius se convirtió en un recinto con una única puerta para entrar y salir que era controlada por un vigilante. Estaba permitida la entrada de hombres mayores de edad que no fueran sarracenos ni judíos, ya que estos tenían prohibido mantener contacto físico con mujeres cristianas.

En un principio al parecer, el burdel estuvo a las órdenes del rey Arlot hasta que por los abusos cometidos, fue revocado por el rey Pedro IV. El monarca ordenó nombrar a un Regente que dependía del Justicia Criminal. En la mancebía de Valencia, recinto rodeado de huertos, donde había una serie de hostales y tabernas. También pequeñas casitas, de las que llegaron a existir más de doscientas, que se alquilaban a las prostitutas. El burdel de Valencia fue el más famoso y organizado de su época. Se regía mediante un riguroso sistema de control médico y de orden público. La ciudad llegó a pagar a cuatro médicos que visitaban a las mujeres todos los sábados. Estaban obligadas a obtener una licencia que otorgaba el Justicia Criminal quien las adscribía a un hostalero que se comprometía a cuidar de ellas. No podían estar casadas, ni tener familia en la ciudad, ni ser negras ni mulatas. Las mujeres tenían fama de ser muy hermosas, vestían con pulcritud, llevaban bonitos vestidos y se adornaban con hermosas joyas. Ataviadas con sus mejores galas, se sentaban en una silla bajo un vistoso farolillo a la puerta de su casa, de ahí que se las denominara «fembres de cadira».

Valencia tenía fama de ser la ciudad más sensual de España. Giacomo Casanova, cantaba que Valencia era una de las ciudades más viciosas y lascivas que había conocido. Igualmente Benedetto Croce, en «España en la vida italiana del renacimiento» recoge: Valencia es una nobilísima y gentil ciudad, donde hay bellísimas y preciosas mujeres que alegremente saben enamorar a los hombres.

La fama de ciudad galante y erótica traspasó las fronteras de Nápoles, y se extendió por toda Italia. El burdel de Valencia mantuvo una intensa actividad durante casi tres siglos, hasta que la Real Pragmática de Felipe IV en 1623 ordenó el cierre de todas las mancebías del reino. Finalmente en 1677, durante el reinado de Carlos II, se cerró definitivamente la mancebía de Valencia. Algunas mujeres ingresaron en la Casa de las Arrepentidas y otras se trasladaron a diferentes zonas de la ciudad para seguir ejerciendo la prostitución. Resulta sorprendente que en la Valencia foral se contara con una regulación de la prostitución que a muchos hoy les podría parecer imposible plantear.

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