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Y sin embargo me quedo

Fiestas de verano

Fiestas de verano

Este año he vuelto a las fiestas de Gracia. Calles engalanadas por las asociaciones de vecinos llenas de reciclaje e ingenio. Son unas fiestas muy divertidas en las que todo el barrio se involucra. Los bares y restaurantes ofrecen comida y bebida para llevar, si pides una lata te la vacían en un vaso, las tiendas de productos artesanales o de diseño aprovechan para poner sus mejores productos en los escaparates y todo transcurre en las calles. Cuando decía que era de Russafa los lugareños se apresuraban a decir, aunque no conocieran el barrio personalmente, que era muy parecido a Gracia. Que se lo habían contado o que lo habían leído. Lo cierto es que contado puede tener ciertas similitudes, pero empezando por el tamaño las diferencias también son evidentes.

No hay tantas terrazas porque disponen de un montón de plazas en las que sí proliferan las mesas y sillas. Uno de sus grandes valores, que incluyen incluso en el programa de fiestas, son las visitas al refugio de la Guerra Civil de la Plaça del Diamant. Es decir, tienen hitos históricos y además, y esto es lo más importante, los ponen en valor. Su conciencia de pueblo y la percepción como tal por parte del resto de la ciudad es evidente. La plaza de la Vila, desde la que se hace el pregón es una suerte de plaza del ayuntamiento.

Hay mucha reivindicación contra la «elitización» del barrio, ya que, ahora sí, como en Russafa, muchos de los pisos antiguos están siendo reformados y transformados en apartamentos de lujo para ser vendidos a precios prohibitivos. Tal vez ambas cosas, la conciencia de pueblo y la lucha por él, sean la causa o la consecuencia de tener unas fiestas propias tan participativas. Es evidente que el trabajo en común une mucho y estar tan vinculados a la calle te hace defenderla y cuidarla. Resumiendo que me encantan las fiestas en las que lo importante es la convivencia, las relaciones humanas y que favorecen la integración y la inclusión y estas, por supuesto, lo son. ¡Mira!, otra de las coincidencias que podríamos tener con la Vila de Gracia: las fallas.

De vuelta a casa leo que en Pinedo se ha acondicionado una zona para bañistas con perros. Me encanta, como a todos lo dueños de perros, la idea de hacer una playa para nuestras mascotas. También disponemos de playas adaptadas que facilitan mucho el acceso al ocio a las personas con movilidad reducida y playas para nudistas. Pero si una persona con perro quiere practicar nudismo no puede, si el dueño de un perro va en silla de ruedas no puede acceder a la playa para canes y si un nudista en silla de ruedas con perro quiere ejercer su derecho al ocio pleno lo tiene crudo. Incluso puede que no sea la misma persona, una pandilla de amantes del nudismo en el que alguno tenga movilidad reducida y otros tengan perro no pueden ir juntos a la playa.

Todo este lío se podría solucionar si todo el mundo fuera un poquito más tolerante, incluyendo a los que dan las banderas azules, y más responsables. Así igual no tendríamos estas complicaciones. O, puestos a segregar las playas, apostaría por una libre de niños con pelotas. Ahí lo dejo.

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